jueves, 30 de junio de 2011

VILLA DE GUADALUPE


En pleno siglo XXI, la Basílica de Guadalupe sigue siendo un santuario de suma importancia en México: la “Villa” es un espacio privilegiado donde conviven íntimamente el presente y el pasado, lo devoto y lo profano, la dicha y el dolor.
Biblioteca Lorenzo Boturini
En el quinto piso de la nueva basílica se encuentra esta amplia biblioteca que mide alrededor de 386 metros cuadrados y se especializa en la historia de la Virgen de Guadalupe. Es la más completa en su género y alberga cerca de 23 mil volúmenes, incluyendo el archivo histórico y musical.
El 90 por ciento de los cientos de libros están escritos en español, mientras que el otro nueve por ciento restante en inglés.
Se inauguró en 1942 en la antigua basílica, con un total de 1192 libros, cantidad que, con el paso de los años, se ha incrementado gracias al esfuerzo de sus encargados.

Capilla del Cerrito-
Para conmemorar las tres apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe a Juan Dieg, se construyó esta capilla en el cerro del Tepeyac. En ella se encuentran seis pinturas murales de Fernando Leal –uno de los pioneros del mundo muralista mexicano- tituladas “La leyenda guadalupana”.
Los murales representan: El bautizo de Juan Diego y la evangelización; la primera aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego; la visita de Juan Diego al obispo Zumárraga; la aparición de la Virgen a Juan Bernardino; la cuarta aparición de la Virgen a Juan Diego, donde le acomoda las rosas; y la aparición de la imagen de la Virgen de Guadalupe en la tilma de Juan Diego.
Actualmente esos murales, realizados entre 1945 y 1950, se encuentran muy deteriorados, ya que la humedad los estás consumiendo; uno de los más afectados es “El milagro de las rosas”.

Carillón Guadalupano-
El 21 de septiembre de 1991 se inauguró en el atrio de la Basílica de Guadalupe un campanario moderno e innovador, de 23 metros de altura y 20 metros de ancho, que posee cuatro diferentes relojes: astronómico, solar, tiempo actual y calendario azteca. Pero la principal característica que lo hace especial no es tanto su atrevido diseño, ni su origen semiholandés, sino el centenar de melodías programadas que puede ejecutar por medio de sus 48 campanas, dispuestas, 19 de ellas, en forma circular.
El ambiente religioso y festivo del gran atrio de la basílica se enriquece cada hora con los himnos religiosos, Ave Marías y canciones de Cri-Cri, entre otros muchos temas musicales que recuerdan la innata alegría del pueblo mexicano.

Convento de Capuchinas-
El 3 de octubre de 1782 el arzobispo de México, monseñor Núñez de Haro y Peralta, puso la primera piedra de este monasterio, un sueño cumplido de la religiosa sor María Ana de San Juan Nepomuceno, quien fue la principal promotora del convento de Capuchinas en la Villa de Guadalupe.
La construcción fue terminada el 13 de octubre de 1787, y a ella se trasladaron cinco religiosas del convento de México. Para el 26 de febrero de 1863 las religiosas capuchinas fueron exclaustradas y el convento se convirtió en cuartel en 1867.
Durante la ejecución de las obras de embellecimiento de la Colegiata, la imagen de la Virgen de Guadalupe fue trasladada a la capilla del convento de Capuchinas, en 1888.
En dicha capilla ha permanecido la imagen original de la Virgen de Guadalupe en tres ocasiones distintas, por trabajos de remodelación o por restauración de la Colegiata.

El convento, adosado a la capilla antigua, se ha ido hundiendo durante sus dos siglos de vida, hasta llegar a un desnivel de 3.50 metros por el lado oriental; fue por eso que se llevaron a cabo obras de nivelación, concluidas en forma exitosa en junio de 1994.

Capilla de Pocito-
Al pie del Tepeyac, en la falda oriental, brota un pequeño manantial de aguas turbias y gaseosas, del cual se ignora la fecha en que emergió, aunque ya era mencionado en 1578.
Se dice que esta fuente indica uno de los sitios en que se le apareció a la Virgen a Juan Diego, además de que se le atribuyen propiedades curativas, lo cual impulsó al devoto bachiller Luis Lasso de la Vega a construir –a mediados del siglo XVII- una pequeña ermita que lo cubriera.
En 1777 se comenzó a construir la capilla actual, que se concluyó en 1791.

De la Capilla del Pocito se afirma que es uno de los ejemplos más ricos del barroco mexicano, además de una de las obras arquitectónicas de mayor originalidad en el país. Su planta consiste en un cuerpo elípticos central al cual se adosan otros dos de dimensiones menores. La parte mayor forma lo que es propiamente la capilla; las otras dos están destinadas, una para cubrir el manantial, y la otra para la sacristía. El altar principal de la iglesia ostenta una copia de la Guadalupana y está rodeado por cuatro óleos que se refieren a las apariciones de la Virgen, uno de ellos firmado por Miguel Cabrera.
Resultan notables el confesionario y el púlpito, sostenido por una figura que representa a Juan Diego.

El Pocito está circundado por una reja de hierro forjado cerrada por su parte superior; actualmente la reja apenas se percibe, pues está semihundida en el brocal forrado de azulejos que la delimita.

La Ofrenda-
Un magnífico grupo de piedra y bronce con dieciséis figuras de tamaño colosal que representan el homenaje del pueblo a María, donde se nota a un guerrero ofreciendo sus armas; los hombres sus herramientas de caza y trabajo; el agricultor da sus flores y sus frutos. El comerciante ofrenda plumas de quetzal; la madre, a sus hijos; todos con expresión agradecida y entregada.

En lo más alto del espléndido grupo se eleva la figura de la Virgen, quién recibe la ofrenda de quienes la aman, por eso en esta ocasión tiene las manos abiertas, en signo de aceptación.
Desde lo alto de las rocas que enmarcan el conjunto, brotan dos cascadas, símbolo de las razas indígena y española que bajan enérgicamente para fusionarse en forma apacible ante los pies de la Virgen, quien ha sido llamada “forjadora de la patria mexicana”.

Museo de la Basílica de Guadalupe-
Se localiza en la parte posterior de la basílica antigua, en áreas que fueron destinadas para ese fin desde su origen. Fue fundado por monseñor Feliciano Cortés y Mora, vigésimo Abad de Guadalupe, e inaugurado el 12 de octubre de 1941, con el nombre de “Tesoro Artístico de la Basílica de Guadalupe”.
Su acervo está constituido por pinturas, esculturas, textiles, grabados, muebles, porcelanas, orfebrería, exvotos, etcétera, del periodo novohispano mexicano de los siglos XIX y XX, sobresaliendo en cantidad y por vocación natural lo relacionado con el tema guadalupano.

Panteón del Tepeyac-
Fue catalogado como monumento nacional desde 1992. En 1865 fue inaugurado una segunda vez por el canónigo Juan María García Quintana y Roda en 1865. El sitio alcanza su mayor esplendor a finales de ese siglo con la llegada de artistas europeos como Adolfo Ponzanelli, Césare Volpi, E. Panini, Enrique Alceati, U. Luisa y E. Pellini Milano; incluso se importaron esculturas de Italia y Francia que embellecieron la vista del cementerio, y se establecieron en México importantes marmolerías. Entre los personajes que yacen en este lugar se encuentra el filántropo Gabriel Mancera, el opositor del porfirismo Florentino Mata: el doctor de cabecera de Benito Juárez, Rafael Lucio; el arquitecto español Lorenzo de la Hidalga; don Manuel Orozco y Berra, autor de la Historia Antigua y de la Conquista de México; y el ex presidente Antonio López de Santa Anna.

La Nueva Basílica-
Hacia los años sesenta, se organizó un proyecto para construir una nueva basílica cuya arquitectura siguiera los lineamientos del Concilio Vaticano II.
La primera piedra se bendijo y fue colocada el 12 de diciembre de 1974 y así se inició la obra, bajo la dirección de los arquitectos Javier García Lascuráin y Alejandro Shoenfer; dos años después, en un tiempo récord, el 12 de octubre de 1976 la sagrada imagen fue trasladada con gran solemnidad a su nueva casa.

La nueva basílica se proyectó sin columnas, con la idea de que los fieles tuvieran una visibilidad completa; su planta circular mide 100 metros de diámetro y cuenta con un espacio organizado en forma de abanico que rodea al altar, con un cupo aproximado de 10,500 personas, de las cuales 5,200 pueden estar sentadas. Cuenta con siete enormes puertas que reciben al peregrino procedente del atrio y que permite ver a la sagrada imagen también desde el exterior. Por otro lado, el nuevo edificio da la oportunidad de estar cerca de la Virgen desde unas bandas móviles colocadas bajo la imagen y por las cuales pueden circulas los peregrinos.

mexicodesconocido

miércoles, 29 de junio de 2011

PEDRO INFANTE


Pedro Infante, (Mazatlán, Sinaloa, 18 de noviembre de 1917 — Mérida, Yucatán, 15 de abril de 1957) fue un actor y cantante mexicano de la Época de Oro del Cine Mexicano, así como uno de los grandes representantes de la música ranchera.
Para 1938, ya en la Ciudad de Mèxico, cantaba en la XEB una hora por dos pesos; también se presentó en el teatro Colonial con Jesús Martínez Palillo y Las Kúkaras, así como en el centro nocturno Waikikí. Su primera grabación musical, El Soldado Raso fue realizada el 19 de noviembre de 1943, para el sello de Discos Peerless, aunque otras fuentes dicen que la primera canción que grabó fue el vals Mañana, que pasó sin pena ni gloria.

Pedro Infante protagonizó como actor más de 60 películas entre 1939 y 1957, lo que lo convirtió en uno de los más grandes ídolos de la llamada Época de Oro del Cine Mexicano, por lo que fue reconocido no sólo en México sino en otros países de Latinoamérica, España y el resto del mundo. Muchas de sus películas más exitosas fueron dirigidas por el director de cine Ismael Rodríguez. Pedro Infante inició como extra en la película En un burro tres baturros, y participó en algunas cintas como actor secundario. Su carrera como actor con un papel principal inició con la película La feria de las flores en 1943.

A partir de la década de 1940, la migración masiva de campesinos a las ciudades (básicamente a la Ciudad de México), que constituían la mano de obra necesaria para la naciente industria manufacturera, fueron transformando a México de país rural a urbano, por lo que se formaron "barrios de trabajadores" y surgió la cultura de "la vecindad" (conjunto de viviendas en torno a un patio común), que encontró en Pedro Infante a un icono de identificación para las nuevas clases obreras urbanas
Una de las mejores caracterizaciones de Pedro Infante fue la del gran compositor mexicano Juventino Rosas en la película Sobre las Olas, con un argumento basado en la vida del autor del célebre vals mexicano. Las naturales dotes musicales de Pedro contribuyeron a su célebre interpretación.
Recibió el Ariel que otorga la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas al mejor actor por su papel en la película La vida no vale nada.
Su penúltima película, Tizoc, en 1956, al lado de María Félix fue un éxito internacional, por la que obtuvo el Oso de Plata del festival de Cine de Berlín, como mejor actor principal. Este premio lo obtuvo de manera póstuma, es decir, después de su muerte en 1957.

Pedro Infante fue un fanático de la aviación. Acumuló 2989 horas de vuelo como piloto. Estaba registrado como "Capitán Cruz". Previo al accidente que le costó la vida, ya había tenido otro desplome cerca de Zitácuaro, Michoacán, razón por la que tuvo que implantársele una placa de titanio en parte del cráneo.
El 15 de abril de 1957, Pedro Infante copilotaba un Consolidated B-24 Liberator, matrícula XA KUN de la empresa TAMSA, el cual fue un bombardero en la Segunda Guerra Mundial. La aeronave se desplomó entre las 7:30 y las 8:00 horas en el cruce de las calles 54 y 87 de Mérida, Yucatán, en el sureste de México, poco después de despegar del aeropuerto, cuando había alcanzado unos 20 metros de altura. También hubo dos víctimas en tierra firme al momento de la caída del avión.
Año con año Pedro Infante sigue convocando gran número de fanáticos de todas las edades frente a su tumba en el Panteón Jardín de la Ciudad de México. Entre los asistentes hay quienes se visten como algunos de los personajes que caracterizó y se le recuerda con una misa luctuosa, guardias de honor y, por supuesto, con música y las canciones que hiciera famosas el Ídolo de Guamúchil, lo que demuestra la gran popularidad que aún tiene como actor y cantante en la cultura popular mexicana. También en el sitio en el que murió, en la 54 con 87, cada 15 de Abril se organiza un desayuno tradicional, una carrera atlética y un festival en la noche.


Wikipedia

domingo, 26 de junio de 2011

LA HUASTECA


La cultura huasteca es una cultura que se desarrolló en una vasta región de México conocida como la Huasteca, compartida por los actuales estados de Veracruz, San Luis Potosí, Hidalgo, Tamaulipas, Querétaro y Puebla. Hablaban una lengua de origen mayense, de la que desciende el idioma huasteco actual. El nombre huasteco se deriva del vocablo náhuatl cuextécatl, que tiene dos posibles acepciones: de cuechtic o cuechtli "caracol pequeño o caracolillo" o de guaxin "guaje",que es una pequeña leguminosa. El pueblo huasteco no desapareció con la Conquista española; sus descendientes continúan viviendo en la región que históricamente habitaron sus antepasados.

La mayor parte de los huastecos viven en los municipios de Aquismón, Tanlajás, San Antonio y General Pedro Antonio de los Santos en el estado de San Luis Potosí y en los municipios de Tantoyuca, Tempoal, Tancoco, Chicontepec y Chontla en el estado de Veracruz.

Cada familia individual tiene su propia vivienda aislada de los demás. En la Huasteca se conoce como barrio o facción la unión de varias casas dispersas pero relativamente cercanas, mientras que en Veracruz se utiliza el término ranchería para designar este conjunto de viviendas.

La vivienda característica de los huastecos en Veracruz es el bohío, una choza de planta redonda y techo cónico cubierto con zacate o palma y cerrada en el vértice superior por una olla invertida. La estructura del techo descansa en horcones de madera, y bajo él, en la parte más alta, queda un espacio para guardar utensilios de poco uso y mazorcas de maíz. Las paredes están construidas con varas dispuestas verticalmente y atadas con bejucos, las cuales generalmente se recubren con barro para mejor sellamiento. Tienen una sola entrada cubierta con una puerta de varas o de madera. El piso es de tierra apisonada.

Hernán Cortés describe estos jacales o casas en su Carta de Relación al emperador Carlos V, fechada el 30 de octubre de 1520. Dice que cuando los navíos españoles entraron al río Pánuco: “(...) habían visto ciertos pueblos en la ribera del río tan cerca, que de los navíos los podían ver bien. No había edificios de piedra sino que todas las casas eran de paja, excepto que los suelos que ellas tenían eran algo altos y hechos a mano”.

El interior del bohío es bastante amplio y en él están tanto el espacio de dormitorio como la cocina. Duermen por lo general sobre petates o esteras en el suelo, que durante el día permanecen enrollados contra las paredes. Hay petates de tule, de corteza de otate y otra especie es la estera. En algunas ocasiones se suelen ver camas de otate y cunas para los niños que cuelgan de las vigas. La ropa se guarda en cajones de madera o baúles.

En el jacal tienen además el banco de tres pies y sillas. Algunos tienen también muebles modernos. De las vigas cuelgan aros de bejuco entretejidos con ixtle en los que se guardan los alimentos. Cerca de las piedras del fogón colocan las ollas, cazuelas y jarros de barro, las cucharas de madera, bateas, comales, metate y molcajete.
Alrededor de la casa hay un patio amplio con árboles frutales y espacio para animales domésticos.



popularte

viernes, 17 de junio de 2011

EL VIDRIO ARTESANAL MEXICANO


No obstante que la crisis económica de España hacia el siglo XVII afectó su industria vidriera, se instaló en 1542 el primer taller de vidrio soplado en la ciudad de Puebla de los Ángeles, al que le siguieron otros dos, uno en Xalapa y otro en la ciudad de México, que son considerados los más antiguos de la Nueva España, aunque cerraron hacia mediados del siglo XIX. Los primeros objetos de vidrio que se hicieron fueron utilitarios: botellas, vasos, botellones, platos, damajuanas y vinateras, en los que predominaban los colores verde, azul y blanco cristalino. Pasaron muchos años desde la fundación del primer taller hasta 1722, año en el que, según se tienen noticias, se anunció la producción de vidrio plano y espejos en varios talleres.

Es necesario mencionar que el vidrio fue una de las materias primas que más cautivó a la población de la Nueva España. Al lado de numerosas técnicas de trabajo en otros materiales, el vidrio soplado y el prensado, así como el uso de hornos y óxidos minerales, dieron una nueva cara al crisol de las artesanías en la región. Dentro de la fuerte influencia europea, especialmente italiana y francesa, consecuencia del comercio exterior de la época, se fueron cambiando las formas provinciales españolas y americanas, dándole nuevas dimensiones a la artesanía, especialmente la de vidrio.

Hacia 1889 Camilo Ávalos Razo, primer vidriero mexicano, estableció en la ciudad de México un taller de vidrio soplado que sigue funcionando actualmente en la calle que hasta la fecha conserva el mismo nombre: Carretones. Don Camilo tuvo tres hijos que heredaron el oficio, siendo Odilón el mayor y maestro de sus hermanos Francisco y Camilo. Ellos crearon la más importante dinastía de artesanos vidrieros en el país. A ellos se debe el florecimiento del vidrio soplado y la instalación de otros talleres en Puebla, Apizaco, Texcoco, Guadalajara y Toluca. En 1903 Odilón introdujo la industria a Guadalajara en donde se produjeron botellas de un litro, medio y un cuarto, para envasar tequila.

Cabe hacer un paréntesis para destacar la obra de Odilón Ávalos, ya que la trascendencia de su trabajo no sólo se circunscribe a la instalación de los talleres, sino al desarrollo de un estilo de vidrio soplado que sirvió de base para todos los talleres que operan hasta la fecha. Sobre él, la experta en arte popular Isabel Marín afirma: “Amante de su oficio y gustoso de lo vivido en su tierra de adopción, interpreta, con originalidad y virtuosa agilidad, los toros y caballos de la fiesta brava; los gallos de pelea, como homenaje a la afición tapatía, guajolotes, mariachis, tipos populares, caricaturas, pegasos a punto de arrancar el vuelo, otros caballos relinchando, peces de la más variada fauna marina; jarras y jarrones de ingenuo estilo barroco…”

En 1909 se inició una amplia expansión del vidrio industrializado en la ciudad de Monterrey, que tuvo una evolución extraordinaria y que ha permitido mantener hasta la actualidad la vanguardia de esa industria en el país. Lo anterior obligó a los artesanos a buscar un mercado de vidrio artístico, destacando la producción de vidrio soplado: botellas verdes para las destilerías, esferas azogadas para las iglesias, y torres de esferas sobrepuestas de vidrio transparente para las droguerías. Éstas se utilizan hasta la fecha, llenas de agua coloreada para adornar los altares de la Virgen de Dolores durante cuaresma.

Actualmente los talleres de vidrio artesanal se encuentran diversificados en el país: en México, Guadalajara, Tlaquepaque, Tonalá, Monterrey, Texcoco, Puebla, Durango, Toluca y Xalapa. A estas ciudades de tradición vidriera hay que agregar los talleres en la ciudades fronterizas de Tijuana, Baja California y Ciudad Juárez, Chihuahua.

popularte/esp

jueves, 16 de junio de 2011

FILIGRANA MEXICANA


En los mitos ancestrales de los mexicas, el deslumbrante metal amarillo, el oro, aparece descrito como el cuzticteocuícatl, una especie de sudoración divina que a manera de excrecencia el Sol dejaba caer sobre la faz de la Tierra...
Y aunque los aztecas también trabajaron el cobre, o tepuztli, y la plata, o yztacteocuítlatl, fue sin duda el metal aurífero el que gozó de la preferencia de los artistas para la creación de joyería y otros ornamentos.

En aquella época, la obtención del preciado metal se realizaba mediante la llamada “técnica de placer”, la cual consistía en lavar cuidadosamente las arenillas de ciertos ríos y separar las pepitas de oro encontradas, según sus diversos tamaños. En esa forma, o molido, el metal era enviado a las localidades donde los orfebres lo trabajaban. Por medio del tributo, los mexicas recibían suficientes cantidades de metal precioso en estado natural, o bien transformado en hermosas joyas y vistosos ornamentos para uso exclusivo del tlatoani y la nobleza tenochca.
Fueron los mixtecos y los purépechas los primeros pueblos mesoamericanos que dominaron el trabajo de los metales, como resultado del contacto que, por las costas del Pacífico, tuvieron con los habitantes de Costa Rica, Colombia y Ecuador, verdaderos hacedores de maravillas con el dorado metal.

En el Altiplano central, se dice que fue en Azcapotzalco, la vieja capital de los tepanecas, donde se elaboraba la joyería más elegante del área, hasta que una coalición militar encabezada por Izcóatl, de Tenochtitlan, y Nezahualcóyotl, de Texcoco, la venció, convirtiéndola en una ciudad humillada donde el trabajo de sus artesanos sólo rememoraba su antiguo esplendor.
En cuanto a la orfebrería de esta ciudad, fray Bernardino de Sahagún dedica buena parte de su monumental obra a la descripción del trabajo de los artistas, a quienes genéricamente llama plateros, de acuerdo con la tradición que en Europa se tenía para nombrar a este gremio de artesanos; los textos de su historia se ven enriquecidos con detalladas escenas que, a manera de viñetas o miniaturas, recrean el laborioso proceso metalúrgico.

El laminado, llamado también martillado, era, debido a la sencillez de su manufactura, la técnica más antigua para trabajar el oro: la pepita áurea era colocada sobre una piedra lisa, ligeramente cóncava, que funcionaba como yunque, y luego era golpeada con hachuelas o martillos de rocas muy compactas, especialmente de dioritas o nefritas. El golpeteo se realizaba en frío o en caliente, con el fin de que el metal se fuera extendiendo poco a poco, hasta lograr el objeto con el grosor y la forma deseados.
Para realizar las decoraciones en estas piezas laminadas se utilizaba la “técnica del repujado”, que consistía en golpear el objeto, ahora con cinceles más angostos, sobre una superficie de madera, lo que produciría la formación de los diseños en alto o bajo relieve, según la circunstancia. Mediante el laminado los orfebres manufacturaban la diadema o xihuitzolli del tlatoani; los grandes discos con la representación del Sol y sus cuatro grandes rayos, o los que mostraban el símbolo del oro, compuesto de un círculo con una cruz inscrita, cuyos brazos se entrelazan; las narigueras en forma de mariposa; las orejeras; los brazaletes, y en especial las placas de diversas formas que se cosían a la indumentaria y que con el movimiento reflejaban la luz, de manera semejante a las lentejuelas de nuestros días.
Martillando las laminillas de oro con toda minuciosidad, los orfebres lograban centenares de cuentas con las que formaban atractivos collares y grandes pecheras que remataban con hilos de cascabeles, así como algunos brazaletes hechos también con cuentas esféricas entretejidas.

Con el tiempo, los plateros mesoamericanos aprendieron la fundición de los metales preciosos, siendo la técnica de la “cera perdida” la que más fama les dio, debido a que la joyería así producida tenía una gran demanda por la vistosidad y alta calidad de su manufactura. Los artistas hacían un molde mezclando carbón vegetal y arcilla; luego, en esa masa compacta grababan o esculpían con gran cuidado la forma del objeto que se iba a fundir; en seguida rellenaban el interior del molde con cera de abeja, y así, al verter el metal en su estado líquido, la cera escurría, perdiéndose, de tal modo que después, al abrir el molde, aparecía una reluciente joya.
Gracias a la fundición los ornamentos y las joyas adquirieron las formas más variadas, como anillos con vistosas grecas y colgantes de cascabel; brazaletes con figuras logradas mediante la falsa filigrana; placas pectorales que mostraban imágenes del complejo panteón del mundo náhuatl; mangos de abanico o mosqueadores, y especialmente los curiosos bezotes que lucían los supremos gobernantes y altos dirigentes de la milicia tenochca sobre la barbilla y debajo del labio, para lo cual debieron someterse a una dolorosa ceremonia en la que los sacerdotes les cortaban una sección de piel para incrustarles la joya, como símbolo del alto rango que habían alcanzado.

En México-Tenochtitlan los gobernantes tenían mucho cuidado con la calidad de la producción, y en particular con la posesión de las piezas de oro, por lo que existía un estricto control sobre los orfebres y sus productos. Cotidianamente los talleres, ubicados en los barrios donde habitaba la gente dedicada a la misma actividad, eran visitados por mercaderes de alto rango, e inclusive por jefes guerreros enviados del palacio, que supervisaban el proceso de elaboración de las joyas y los ornamentos, vigilando que éstos fueran enviados directamente a bodegas bien resguardadas.
Los talleres donde trabajaban los orfebres estaban ubicados en los complejos habita-cionales; ahí, en los patios y al aire libre, los jóvenes mezclaban el carbón y la arcilla para crear los moldes, mientras otros machacaban el metal en grandes piedras planas, logrando un polvo muy fino que en ocasiones molían en metates. Desde temprana hora los hornillos o braceros estaban encendidos, y numerosos eran los ayudantes que avivaban el fuego soplando vigorosamente con tubos a través de unas oquedades que tenían estos recipientes, preparando todo para el momento de la fundición del metal. Por cierto, debió haber habido ocasiones en que el ruido tuvo que ser ensordecedor, al martillearse varias láminas áureas simultáneamente.

En cuanto al ámbito religioso, los orfebres mexicas tenían su propio dios patrono, Xipe Tótec, a quien devotamente nombraban “nuestro señor el desollado” debido a que en sus fiestas, realizadas durante el mes indígena de Tlacaxipehualiztli, se llevaba a cabo una impresionante ceremonia en la cual se enfrentaban los prisioneros de guerra contra los guerreros mexicas; la culminación de esa fiesta exigía que el cuerpo de la víctima, al que también se le extraía el corazón, fuera despellejado para que la piel del rostro y el cuerpo sirviera de sangrante vestimenta a los devotos de Xipe, o bien a aquellos enfermos que sufrían de afecciones cutáneas. Durante esta veintena de Tlacaxipehualiztli, tales personas vestían con gran devoción el pellejo de las víctimas; luego, al término del mes, se quitaban los arrugados y putrefactos despojos humanos y mostraban su viva epidermis, de la misma manera que los orfebres abrían los moldes de carbón y barro, de aspecto áspero, para sacar a la luz una nueva y resplandeciente joya de oro.
mexicodesconocido.com

miércoles, 15 de junio de 2011

TLACOYOS Y HUARACHES













Sra. Carmen Gómez, fundadora de "El Huarache" en el Canal de la Viga


Se tiene conocimiento de que fue la Señora Carmen Gómez Medina quien inició vendiendo sopes y tlacoyos cerca del Canal de La Viga, al oriente de la Ciudad de México en lo que ahora es la Delegación Venustiano Carranza (antes parte de la Delegación Iztacalco). Al experimentar con la masa y el frijol, que son los ingredientes principales del Huarache, elaboró una especie de tlacoyo más alargado, la cual rellenó con frijoles y a la que, por la parte superior, le hizo algunos agujeros, denominándola huarache. A partir de ahí, se comenzó a popularizar entre la gente el término huarache. Años más tarde, la señora Carmen (Carmelita, como le conocieron) se trasladó al Mercado de Jamaica y de ahí a un local en la calle de Torno, colonia Artes Gráficas, de la actual Delegación Venustiano Carranza. Quienes continuaron la tradición del negocio familiar fueron los descendientes de la Señora Carmen Gómez.

El huarache original no se parece a un sope ni a una memela. Tampoco puede ser catalogado dentro del rubro de los tlacoyos. La característica principal del huarache es la forma alargada que posee y el relleno del frijol, lo que lo diferencia de los demás antojitos mexicanos, que no poseen agujeros en la parte superior.
******************************************************************
Los tlacoyos o clacoyos son un antojito mexicano, que consiste en una tortilla gruesa ovalada y larga, preparada con una mezcla de masa de maíz y frijoles o habas cocidos, secos y molidos, la cual puede ir rellena de diversos ingredientes (frijoles, habas, carne, requesón, etc.) y sobre la cual se pone una mezcla de ingredientes como nopales, queso, chile y cebolla. El nombre tlacoyo es una deformación de la palabra náhuatl tlahtlaōyoh, nombre dado a un antojito típico de México, este nombre se usa en gran parte del país, mientras que en Puebla y Tlaxcala se le llama tlacoyo, que deriva de la palabra original. Una versión más larga del tlacoyo es el llamado huarache.
Historia
Este alimento es de origen prehispánico y se preparaba exactamente de la misma forma omitiendo obviamente los derivados de productos lácteos de la vaca, se sabe que los españoles probaron este platillo en el mercado de Tlatelolco pero era al igual que ahora más común encontrarlos de maíz azul, en la actualidad es muy común encontrarlos en cualquier fonda o restaurante del centro de México, incluso en varios lados se ven personas que venden y preparan este platillo en la calle. Es disfrutado por miles de visitantes en el D.F. y se caracterizan por el color del maíz azul, cabe destacar que grandes personalidades a nivel mundial han hablado al respecto de este delicioso alimento.

Wikipedia-

sábado, 11 de junio de 2011

LOS SABORES DE MÉXICO


Con el Conquistador Cortés llegaron de España y del Caribe muchos sabores nuevos a la mesa de estas tierras: tocino, pan, caña de azúcar, cereales, hortalizas, frutas, especies, vinos, animales. Incluso el nombre que adoptaría nuestro Teoxintli (maíz), es heredado de las islas del Caribe. Gracias a estos recién llegados, se enriqueció nuestra cocina y, con la mezcla de los productos ya conocidos aquí, dio como fruto el desarrollo de la actual cocina mexicana.

Los europeos se entusiasmaron con las tortillas, el chocolate, el frijol, el guajolote (o pavo), la vainilla y el chile, entre otras de las muchas comidas prehispánicas.

De la mezcla de tantos gustos y sabores surge la comida mestiza de La Colonia. Las haciendas, los conventos y los monasterios en el siglo XVI, participaron en la construcción de nuestra gastronomía. Las monjas, entre rezo y rezo, emplean nuevas técnicas y recetas para preparar los platillos destinados a deleitar a sus confesores y ellas, seguramente sin proponérselo, se convierten en las encargadas de encontrarle un Santo Patrono a los cocineros: San Pascual Bailón. Y son las responsables del desarrollo de la cocina colonial.

Las mujeres indígenas y criollas cumplieron con su parte y en las haciendas también nacieron muchas recetas de la cocina popular.

Uno de los platillos más representativos y que más evidencian el mestizaje gastronómico es el mole poblano, en el cual se mezclan ingredientes coloniales, como almendras y ajonjolí, con prehispánicos como chile, chocolate y guajolote. El arroz, ingrediente traído en la Nao de la China, que será indispensable para acompañar tal platillo. El mole aparece en Puebla en marzo de 1681, elaborado por las religiosas del Convento de Santa Rosa, específicamente por Sor Andrea de la Asunción. Se dice que las hermanitas le dedicaron este famoso platillo al Obispo Don Manuel Fernández de Santa Cruz y Sahagún, en agradecimiento por haberles construido un convento propio.

Entre los ingredientes que se mencionan en su primera preparación están los chiles mulato, ancho, pasilla y un poco de chilpotle, manteca, chocolate, almendras y cacahuates, tomate, jitomate, ajos y cebollas, pan blanco, tortilla, pasas, semillas de chile y de calabaza, pimienta, clavo, canela, anís, comino y ajonjolí, toda la mezcla conforma una salsa que sirve para bañar al mexicanísimo huexolotl (guajolote o pavo).

De los mismos conventos proviene el arte repostero colonial por excelencia: los dulces conventuales. Cada orden religiosa llegó a tener sus especialidades: alfeñiques de San Lorenzo; pasas y jaleas de las Benardinas; calabazates de San Jerónimo; mermeladas y buñuelos de San José de Gracia.

Los alfeñiques son pastas de azúcar cocida, estirada y retorcidas en barras que se pintan de verde o rosa. Las aleluyas son pasta de almendra que se ofrecían el sábado de Gloria. Las yemitas son pequeñas bolitas blandas de huevo con nuez, piñón o almendras. El alfajor de panocha es pasta con miel y especias que se acomoda en cajitas y se adorna con ajonjolí, piñones, nueces o almendras. Otros dulces son jericallas, alfajores, cajetas, cocadas, colonches, cabellitos de ángel, bien-me-sabes, manjar blanco, jamoncillos, merengues, puchas, huevos moles, etc. Las monjas vendían también frutas cristalizadas. En ocasiones y con motivo de las fiestas religiosas se crearon dulces especiales: para Todos los Santos y Santos Difuntos las calaveritas y entierros de azúcar; en Corpus Christi las mulitas de pasta de alfeñique pintadas de colores; para las posadas de Navidad la colación, los aguinaldos envueltos en papel picado de colores, el dulce de leche, las obleas con turrón y las alegrías.

EL PAN

Los indígenas aprendieron a hacer pan de trigo, le dieron formas y sabores distintos. El pan se hacía son agua, manteca o huevo, en piezas grandes y redondas o en barras. Las figuras más pequeñas, llevaban el nombre según su forma: cañones, cuernos, tornillos, etc. Los panes con formas nacidas en México llevan nombres como pambazo, semita poblana, chalupa, ojo de Pancha, bola, trenzado, hogaza y nudo.

El “pan de dulce” se creó más tarde y complementó al chocolate, que se convirtió en el desayuno y la merienda tradicional mexicana. Algunos investigadores aseguran que las diversas formas del pan de dulce se deben a que a los indígenas se le prohibió fabricar figuras de sus dioses con amaranto, por lo que aprovecharon para moldear así el pan, que era bien aceptado por los españoles. Algunas de las formas más populares son conchas, cuernos, limas, cocoles, chilindrinas, gendarmes, roscas, condes, duques, reinas, corbatas y trenzas.

uv.mx/popularte

jueves, 9 de junio de 2011

PAPEL Y CARTONERÍA MEXICANA


Algunos autores afirman que el papiro fue el precursor del papel y que ya se hacía en Egipto hacia el año 2400 a.C. Por otro lado existe la teoría generalizada de que los chinos descubrieron la forma de fabricar papel hacia el año 105 de nuestra era. Por lo que respecta al mundo mesoamericano, -dice Hans Lenz- “Tenemos noticias vagas de que los mayas manufacturaban papel, que llamaban huun, unos 500 ó 1000 años antes de nuestra era, pero muy poco sabemos acerca de la fecha en que el papel, que los mexicanos llamaron amatl, principió a usarse entre las civilizaciones que habitaron la parte meridional de México. En el caso del papel derivado de las pencas del maguey, se tienen referencias de Motolinía quien describe: “Hácese del methl (el maguey) buen papel; el pliego es tan grande como dos pliegos del nuestro; y de esto se hace mucho en Tlaxcala…”

Lenz asegura que el papel se producía en vastas regiones como las de Yucatán, Chiapas, Veracruz, las Huastecas, Oaxaca y partes de Guerrero, Morelos y del Valle de México en donde habitaban diversos grupos culturales. “La cantidad de papel consumido por los pueblos de Anáhuac -afirma- debió ser inmensa, y de esto nos da una ligera idea la nómina de tributos de Moctezuma, en la que aparecen Itzamatitlán y Amacoztitlán como poblaciones tributarias, debiendo entregar la primera anualmente ocho mil rollos y la segunda semestralmente ocho mil resmas, o sea 480 000 hojas de papel anualmente, considerando que tanto el rollo como la resma contenían veinte hojas de papel.”

Los usos del papel entre los pueblos de Mesoamérica fueron dos: uno, para elaborar libros en forma de biombo, que conocemos como “códices”, en los que se registraba el quehacer cotidiano de los pueblos de la región: relatos de historias, de asuntos religiosos, registros del tiempo y correcciones al calendario que se usaba, informes sobre sus orígenes, las hazañas de sus dioses, sus fiestas, adornos para las ofrendas, y para la magia y la brujería, cuyo uso está vigente hasta la actualidad. El otro uso que se dio al papel fue como vestido, en lugar de las pieles de animales, aunque después fue sustituido por los tejidos de ixtle y algodón. Los mayas se vestían con túnicas hechas de huun, papel fabricado de la corteza de las higueras, mientras que los aztecas lo destinaban para adornar a los dioses y a los sacerdotes.

Con base en los códices se ha generado una polémica acerca de la invención de la escritura, pero que nos deja un vacío respecto a la invención del papel. Según el mito azteca, fue el dios Quetzalcóatl el inventor de la escritura; pero según el mito maya, por el Señor del Ojo del Sol, el Kinich-Ahau. Sin embargo ninguno de los mitos menciona cómo y cuándo fue inventado el papel. “Lo que parece más verosímil –asegura María Sten- es que los responsables del invento fueron los representantes de una cultura madre, más antigua que los mayas y los aztecas; una cultura que se desarrolló quizá en el área del Golfo de México.”

Posteriormente el papel indígena fue disminuyendo tanto por la persecución de la magia y la brujería durante el Virreinato -ya que el papel era considerado como medio especial para estas prácticas-, como por la presencia del papel importado que llegaba del oriente, por la Nao de China, en donde se transportaban dos tipos de papel, el de arroz, utilizado desde entonces para envolver el tabaco y el que hoy conocemos como “papel de china”, que se utilizaba para envoltura y empaque. El cartón apareció en la Nueva España, nombre que se le dio a México durante el Virreinato, hasta el siglo XVIII. Con ello se inició su uso para las encuadernaciones de los libros de tipo europeo que, hasta ese momento, se hacían con piel de animales o con pergamino.

miércoles, 8 de junio de 2011

CEREMONIAS FAMILIARES


Por los cronistas sabemos que en el México prehispánico los niños recibían una miniatura cuando nacían, la cual les ayudaría a ser mejores en el trabajo que les correspondía. Actualmente, algunos pueblos indígenas siguen esta tradición: a los niños les ponen en la mano una herramienta miniatura para trabajar el campo y a las niñas un malacate o un xoxopaztle, también pequeños. Estos elementos, usados en el bautizo, simbolizan su oficio futuro. Otras ceremonias específicas según las tradiciones de cada grupo, se celebran durante el parto, el matrimonio, la construcción de una casa o inclusive la muerte.

NACIMIENTO TOTONACA

La partera baña al recién nacido con agua caliente mezclada con aguardiente refinado. Primero le oprime la cabeza en sentido longitudinal y transversal, luego le oprime el paladar, acción a la que llaman “paladear” y entierra el cordón umbilical profundamente, para que no lo saquen los perros, lo que provocaría la furia de las Madres de Oriente.

La ceremonia se celebra cerca de la casa o en un rincón del interior. Si es un niño, entierran un sombrero, si es niña, una jicarita. Sobre Pápalo se pone la vasija, que se hace expresamente en miniatura porque creen que su tamaño determinará el apetito que el niño tendrá cuando sea adulto. Al día siguiente, la partera lava la ropa de la parturienta, después de rezarle al agua. Cuatro días después, las dos mujeres van al lugar donde enterraron el cordón umbilical. Le imploran a Natsi’itni y le llevan una ofrenda que consiste en una vela y alcohol. Enseguida, empieza una serie de baños de temazcal para la madre.

Posteriormente celebran una ceremonia llamada alzar el alma del niño, ya que ésta pudo caer al suelo durante el parto. Este rito lleva una ofrenda que consiste en un pollito que se le da a la Tierra.

Ocho días después, celebran la ceremonia de alzar la cama, arrojan el petate en el que la mujer parió en el monte, después de regarlo con la sangre que brota de la pata de un pollito y refino. Se acompaña con velas y flores.

BODA TOTONACA O DEL CÍRCULO

El novio le compra el atuendo a la novia, quien será vestida y arreglada por su madrina de bautismo; lo mismo sucede con el muchacho y su respectiva madrina. La novia porta una corona de flores y un velo corto. Viste un quechquémitl transparente y brillante, una camisa bordada y unas naguas de seis metros de largo con una faja en la cintura. El calzado son botines y se adorna con anillos y aretes de oro. Los hombres portan camisa y calzón almidonados, confeccionados de popelina blanca. Cuando hace frío se utilizan cotonetas.

Durante la ceremonia participan un rezandero y una rezandera, para que la pareja nunca se separe; y se encargan de que los músicos toquen los 12 sones chiquitos, llamados en totonaco xalaktzú. Por lo general, participan tres músicos: violinista, jaranero y huapanguero.

Antes de comenzar el baile se lleva a la novia a la casa del novio, encabezando el contingente un trío de huapangueros que tocan un son especial y tradicional para este caso. Los sigue una rezandera con su incensario humeante y, detrás de ella, caminan los padres, sus padrinos, otros familiares y todos los invitados. Mientras tanto, el novio y su familia esperan a la novia y su comitiva con un petate, que al llegar, extienden frente al altar. Los prometidos y la rezandera se hincan para recibir las bendiciones de sus padres, mientras que los músicos tocan el son de la santiguada.

Después, sentados sobre el mismo petate, les pasan una charola con trozos de carne; el novio toma uno con la mano y se lo ofrece a la novia, y luego ella hace lo mismo. Posteriormente toman vino. Mientras tanto, el rezandero cuida el aguardiente que está enterrado, y le da de beber a la tierra antes de que tomen los invitados.

Cuando todos han bebido, inicia propiamente el baile tradicional de La Boda del Círculo. Los novios permanecen sentados sobre el petate, mientras los acompañantes bailan alrededor de la mesa, donde se ponen los alimentos que serán degustados por todos los invitados y participantes de la boda. La mitad de las personas dan vuelta a la derecha y la otra mitad a la izquierda. El padrino toma un guajolote y le pone un collar de flores. Al término de la comida se toca un son huasteco.

LA CEREMONIAS DE LAS CASAS ENTRE LOS OTOMÍES

En algunas comunidades indígenas de México, se practican ceremonias especiales cuando se construye una casa. Generalmente, la construcción de las viviendas se hace, según la costumbre prehispánica, de ayudar sin esperar nada a cambio, práctica conocida con el nombre de tequio.

Los otomíes celebran la ceremonia cuando ya han vivido algún tiempo en la casa, en agradecimiento por haberles dado cobijo. Si no lo hacen, el espíritu de la casa puede enojarse con el dueño y éste enfermará.

La celebración consiste en colocar el tronco de un árbol, como los que se usaron para su construcción, en el centro de la casa y en adornar el techo con un “sol” hecho con hojas de palma, al que le pegan en el centro una figura recortada en papel amate blanco. Pegan otras figuras iguales en las paredes del altar.

La persona encargada de celebrar esta “costumbre” barre el lugar con una escoba mágica, ayudada por 8 niños: cuatro, que se paran en cada esquina de la casa y disparan flechas al tapanco y los otros, parados en el centro, las disparan al techo. Cuando el rezandero termina de “limpiar” el sitio, toca y baila alrededor del tronco con los niños.

En todas las ceremonias otomíes, el rezandero prepara las figuras recortadas de papel amate. En la casa coloca varias de esas figuras para formar dos cruces y en cada esquina pone una vela encendida. Luego reza y salpica las figuras con la sangre de un pollo que mata mientras danza alrededor. Después envuelve el pollo muerto con las figuras de papel amate, para hacer un “manojo”, que sirve para completar la ceremonia de “limpieza”.

popularte/esp

lunes, 6 de junio de 2011

MÉXICO Y SU PLAZA DE TOROS


La Plaza México se construyó gracias al ímpetu del empresario yucateco de origen libanés Neguib Simón. El proyecto inicial era construir lo que sería la Ciudad de los Deportes que incluiría plaza de toros, estadio de fútbol, canchas de tenis y frontón, boliches, cines, restaurantes, arena de box y lucha, alberca, playa con olas, terreno para ferias y exposiciones. Sin embargo, el proyecto sólo alcanzó para construir la plaza y el estadio de fútbol (actualmente Estadio Azul del equipo Cruz Azul, de primera división).

El ingeniero a cargo de la construcción fue Modesto Rolland. Las obras comenzaron el 1 de diciembre de 1944 donde se ubicaba una ladrillera de la colonia Nochebuena. En aquel tiempo el lugar se encontraba en las afueras del DF. Se trata de una colosal obra monolítica de hormigón armado y su ruedo se encuentra 20 metros por debajo de las calles adyacentes. Está rodeado por esculturas del valenciano Alfredo Just.
Durante los siglos XVI y XVII se levantaron plazas de toros con carácter provisional en distintos lugares de la ciudad de México. Fueron de madera y por ello desmontables al concluir los festejos. La primera fija que se construye, llamada Real Plaza de toros de San Pablo, se levanta el año 1788 y se inaugura el 24 de noviembre de 1788. En 1821 un incendio la destruye y en su lugar se erige otra plaza, cuya obra comenzó el 18 de enero de 1851. Fue inaugurada el 23 de noviembre de ese año con el nombre de Plaza de toros del Paseo Nuevo. En virtud de la ley promulgada el 28 de noviembre de 1867, se destruye. Esa Ley prohibía las corridas de toros. Abolida la prohibición en 1887, inmediatamente se construyó la de San Rafael, inaugurada el 20 de febrero de ese año y demolida en 1889. Fue de madera.
Para los aficionados acostumbrados a ver las corridas en el Toreo de La Condesa, ubicada en la colonia Roma, cerca del centro de la ciudad capital, la lejanía del ruedo resultó un punto relevante, además del aparentemente poco taurino diseño y el costo del boletaje. Se hablaba en 1946 que los costos de los boletos para el festejo inaugural nunca habían sido vistos. Una barrera de sombra costaría cincuenta pesos.
La plaza de Toros México contaba con 49 filas además de los palcos. Por ello, en la época se le auguraba un escaso éxito al proyecto por sus magnitudes colosales. En medio de la repulsa general, La Monumental Plaza México fue bendecida por el Arzobispo de México, Dr. Luis María Martínez, quien dio la primera vuelta al ruedo.
Detalles curiosos de la Plaza México.

La construcción de la plaza resulto ser una gran hazaña monumental, que requirió del esfuerzo y voluntad de miles de personas. Don Neguib Simón Jalife fue el empresario visionario que planeó y puso en marcha este proyecto, desarrollado por el ingeniero mexicano Modesto C. Rolland en 1945 siendo la obra más cara hasta esos días.
Esta magna obra monolítica tendría capacidad para 50 000 espectadores y sería (y es hasta el día de hoy) la plaza de toros más grande del mundo.
Su construcción se llevó a cabo en tan solo 180 días, participando para ello en tres turnos al día más de 10 000 trabajadores.
Se requirieron para la cimbra 6 millones de pies de madera y 3 500 carpinteros.
1.500 toneladas de cemento Apasco, 6.000 toneladas de grava y otros materiales fueron procesados en varias plantas revolvedoras para alcanzar un total de 100.000 toneladas vaciadas de concreto.
Se colocaron 22 000 asientos independientes y fueron necesarios 600 hombres y 21 días para retirar la madera de los 20 000 metros cuadrados de superficie.
Miles de yeseros y talladores dieron los toques finales a esta obra.

Una vez concluida la construcción y aun cuando se consideraba innecesario, se realizó una prueba de carga para esta estructura. Mil hombres, colocaron en todos los lugares, 120 mil sacos de arena con un peso de 50 kilos cada uno, esto es 750 Kg. por metro cuadrado, dos y media veces el peso calculado con la plaza llena durante 10 días, comprobando con esto la seguridad arquitectónica de esta magna obra.
Fue el 3 de febrero de 1945 cuando el Sr. Arzobispo de México dio la bendición a esta plaza y menciono aquellas inolvidables palabras, “y que conste que yo le di la vuelta al ruedo antes que Manolete”.
Por fin el 5 de febrero de 1945 se inauguro la Plaza México con aquel inolvidable cartel: Luis Castro "El Soldado", Manuel Rodríguez "Manolete" y Luis Procuna, con toros de "San Mateo"
Hasta el día de hoy, la Plaza México, sigue siendo tan seguro como en aquellos días y las pruebas a las que es sometida regularmente así lo confirman.

Wikipedia

domingo, 5 de junio de 2011

EL CAMOTE; EL NOPAL; LA VAINILLA


EL CAMOTE
El boniato, batata, camote (del náhuatl camohtli), chaco o papa dulce (Ipomoea batatas ) es una planta de la familia Convolvulaceae, cultivada por su raíz tuberosa comestible.
Originaria de los trópicos de América Central, Suramérica, ha sido domesticada y cultivada desde hace 8 000 años en el departamento de Ayacucho (Perú), habiéndose hallado representaciones de camote en numerosos ceramios precolombinos y restos de las raíces tuberosas en algunas tumbas, llegó a Europa en el siglo XVI y se ha difundido ampliamente en todo el mundo.
En México el camote es consumido generalmente como confitura (fruta cristalizada) o como postre (compota), y ocasionalmente, como alimento para los bebés debido a su facilidad de digestión.
Esta raíz tuberosa forma parte de la cocina típica de todos los países que lo cultivan desde épocas prehispánicas. Ya los Mochica hacia el año 200 d. C. representaban al camote en la cerámica

EL NOPAL
El nopal, es uno de los símbolos nacionales de México, se le encuentra plasmado en el escudo nacional sosteniendo al águila real que devora la serpiente enraizada en una pequeña isla de piedra sobre el agua, (en México hay 8 especies endémicas del país. Esta planta es parte de la mitología azteca considerada planta de la vida ya que aparentemente nunca muere, puesto que al secarse puede dar vida a una nueva planta.
Los cladodios jóvenes de este cactus son usados en la cocina mexicana para preparar el plato llamado nopalitos. Los frutos, conocidos como tunas en Argentina, Uruguay y México e higos chumbos en España, son dulces, comestibles y muy apreciados. Existe también unas plantas (Opuntia joconostle) que producen tunas llamadas comúnmente xoconostle (pronunciado "shoconostle" o "joconostle"), que significa tuna agria o ácida. La particularidad de estos frutos es que la cáscara es muy gruesa, comparada con otras especies de tunas (hasta 2 cm); siendo esta cáscara la parte comestible y con ese sabor particular. Estos frutos se utilizan principalmente en la cocina para la preparación de ciertas salsas, dulces, como condimento, aperitivo y también como planta medicinal (infusión para la tos, migraña y dolor de cabeza). Además se ha comprobado a nivel médico su eficacia en la reducción de glucosa en sangre, por lo que es una alternativa en el tratamiento de la diabetes.

LA VAINILLA
La historia de la vainilla está asociada a la del chocolate. Su origen es mexicano. Los aztecas, y antes los mayas, enriquecían con vainilla una bebida espesa hecha a base de cacao. Esta bebida estaba destinada a los nobles y a los guerreros, y era conocida con el nombre de xocoatl. Sin embargo, ni el cacao ni la vainilla los cultivaban ellos mismos debido a que el clima no era el adecuado. Estos pequeños lujos se conseguían a través del comercio con regiones vecinas. Además, sus conocimientos botánicos sobre la planta que producía la vanilla eran limitados, porque la designaron como ixtlilxochitl, que significa « flor negra».
Son los totonacas, que ocupaban las regiones costeras del golfo de México alrededor de las actuales ciudades de Veracruz y Papantla, quienes producían la vainilla y se la facilitaban al imperio azteca. Su capacidad productora y exportadora continuó hasta mediados del siglo XIX, momento en el que los cultivadores franceses en México aprendieron la forma de inseminar artificialmente las flores, a partir de los conocimientos del pueblo totonaca.
Según la leyenda totonaca, la planta de la vainilla nació de la sangre de la princesa Tzacopontziza («Estrella de la Mañana») en el lugar donde ella y el príncipe Zkatan-Oxga («Venado Joven»), que la había secuestrado por amor, fueron capturados y decapitados por los sacerdotes de Tonoacayohua, diosa de las cosechas. El príncipe se reencarnó en un vigoroso arbusto y la princesa se convirtió en una delicada liana de orquídea que abrazaba dulcemente a su amante. Desde entonces, y aún hoy también, los totonacas llaman a la vainilla caxixanath, que significa «flor cazada», sumixanat, o de manera más breve, xanat.
Algunos expertos consideran la vainilla totonaca como la de mejor calidad en todo el mundo, especialmente la de Papantla. Y a menudo se comercializa en tiendas de alimentación especializadas con la etiqueta "Vainilla mexicana", aunque México también produce vainilla de calidad inferior que suele compartir esta denominación.

Wikipedia.

sábado, 4 de junio de 2011

LA MUJER Y EL REBOZO


El rebozo, producto del mestizaje, forma parte de la indumentaria actual, es una prenda característica de la mujer mexicana. El rebozo es un lienzo rectangular con el que se cubre el cuerpo y la cabeza. Se emplea para transportar a los hijos pequeños o para llevar en él otras cargas. Es una prenda de lujo en muchos lugares, se usa para fiestas y celebraciones especiales, como complemento del traje.

Fray Diego Durán, los menciona por primera vez en el Siglo XVI diciendo que: en Oaxaca se tejían rebozos con trama de algodón y seda". A estas prendas, ya elegantes, se les incorporaron hilos metálicos y otros ornamentos acordes a la opulencia con que se vestían las criollas adineradas de la época.

Ésta es una de las prendas sobre las que se dictaron leyes y ordenanzas: en 1757 se legisló sobre el tamaño, tejido, clase de hilo y diseño. Se nombró a la Virgen de las Angustias como Patrona de las reboceras. Los rebozos más tradicionales eran los de Sultepec, donde se tejían en telar de cintura, hacia el año de 1573, cuando Diego Cortés Chimalpopoca era el cacique. En Puebla se hacían los famosos rebozos dorados de tafetán, en Saltillo los que se decoraban con diseños llamados “dientes de sierra”, al estilo de los sarapes.

Los rebozos, al igual que las demás prendas tienen signos distintivos dependiendo de la comunidad que los confecciona y utiliza. Los purépechas llevan franjas en dos tonos de azul con flores de artisela. Los zapotecas son lisos y llevan flecos. Los nahuas del norte de Veracruz y de Puebla son de lana teñida con tintes naturales y bordados con el mismo material en punto de cruz.

Los rebozos clásicos se elaboran con algodón, seda o artisela. Su decoración consiste en un jaspeado por medio del ikat o jaspe, antigua técnica que emplea un tinte de reserva. Antes de sumergir en el colorante el hilo que se va a usar, se amarra por tramos para que estas partes del material no se impregnen del tinte y conserven el color original de la fibra. Al momento de tejer, el material que quedó entintado de forma irregular, le da al lienzo el efecto veteado o jaspeado.

Cuando la tejedora termina la confección en el telar de cintura, le corresponde a la amarradora o empuntadora darle el acabado final. Éste consiste en anudar y entrelazar los flecos que quedaron en los dos lados angostos del rebozo, y diseñar con ellos figuras que a veces incluyen palabras con algún tierno pensamiento. Este tipo de prendas, costosas y elegantes, las confeccionan actualmente las matlatzincas de Tenancingo y Tejupilco, Estado de México, las otomíes de Santa María del Río, San Luis Potosí, las purépechas de La Piedad, Zamora y Tanganícuaro, Michoacán y las nahuas de Chilapa, Guerrero.

También hay rebozos elaborados con seda de un solo color, de sorprendente belleza y elegancia. Desde 1951 existe la Escuela de Rebocería de Santa María del Río en San Luis Potosí, la cual se fundó para rescatar una tradición que se estaba perdiendo. Allí, no sólo practican con maestría la técnica del jaspe, sino que se hacen verdaderas obras de arte. Los rebozos de seda más finos, pasan por el ojo de una argolla de mujer.

popularte

miércoles, 1 de junio de 2011

JUGUETES MEXICANOS


DISTRITO FEDERAL

La capital del País es un importante centro productor y uno de los más activos distribuidores de juguete popular, a pesar de que es también el mayor receptor de los juguetes importados, con todas las cargas, más negativas que positivas, que esto implica.

Todavía hasta hace dos o tres décadas se producían muchos títeres de barro, de molde antiguo, vestidos con telas de llamativos colores que representan a famosos personajes como Don Juan Tenorio y Doña Inés, charros a caballo, toreros, brujas, cantinflas, muertecitas, que prácticamente desaparecieron con la muerte de los últimos artesanos que los hacían.

Las marionetas de madera, casi también en desuso, formaron parte de un México romántico en las carpas de barriada todavía durante la primera mitad del siglo XX. Otra tradición que se resiste a desaparecer es la confección de muñecas de trapo para las niñas, de diferentes estilos y terminadas con telas de diferentes colores.

Asimismo el artesano oaxaqueño Félix Vázquez Pacheco y su familia conservan en la ciudad de México, la producción de soldaditos de plomo para los niños, así como mueblecitos, trastecitos, fonógrafos, biombos y maquinitas de coser para las niñas, hechos algunos con moldes antiguos y otros con moldes de barro hechos por los propios artesanos. El acabado se da con esmaltes comerciales. Igualmente se hacen jueguitos de té y copitas de plata, plomo, cobre y latón.

Los juguetes de papel y cartón han caído casi totalmente en desuso. Los antiguos caballitos de cartón con ruedas que montaban los pequeños se elaboran por un solo artesano casi exclusivamente para los coleccionistas. Los globos impulsados por aire cliente de muy diversas formas dejaron de producirse. Los rehiletes de papel lustre, los avioncitos de cartoncillo y los papalotes de papel de china de diferentes formas han sido sustituidos por los de plástico. Se conserva sin embargo la producción de espantasuegras de papel y cornetas de cartón con alegorías de papel de china, utilizadas durante las fiestas patrias, época en la que también se elaboran cascos de soldados para los niños.

Se producen juegos de mesa impresos en cartón como: ‘la lotería’, ‘el coyote’, ‘serpientes y escaleras’ y ‘la oca’, que se venden en la calle y en los mercados de la ciudad. Cabe aclarar que existe una larga tradición de diseñar y renovar los personajes de estos juegos, adaptándolos a los personajes populares mexicanos, particularmente los de la “lotería” y la “oca”.

Para la celebración de las ceremonias y fiestas religiosas, se elaboran gran cantidad de juguetes que detallamos en el apartado “Los ciclos de la producción juguetera en México”.


ESTADO DE MÉXICO

El Estado de México es otro de los importantes productores de juguetes populares que tienen una gran difusión en casi todo el país. En Toluca se hacen juguetitos de tejamanil decorado con ingeniosos dibujos y brillantes colores en forma de matracas, sillitas, mesas, camas, trasteros y pajaritos con péndulo de barro; allí mismo se elaboran canastitas de paja de trigo y sus famosos ‘alfeñiques’ o figuras de pasta de azúcar con formas de animales: borreguitos, venados y palomitas así como figuras de madera, cartón y papel sobre el tema de la muerte, destinados para la fiesta de Todos Santos y Día de Muertos.

En Santa María Rayón, pero sobre todo en San Antonio la Isla se producen las perinolas, baleros y trompos torneados en madera y barnizados en diferentes colores más famosos de México. En esta segunda comunidad también se trabajan en hueso, jocosos peines con figuras de sirenas, de puerco, de piernas femeninas, peces y pájaros.

En Ixtapan de la Sal y en Tonatico, comunidades vecinas, se hacen animalitos labrados en madera de naranjo: ratones gatos, marranitos y patos de pulida superficie, suavemente redondeada y sin ningún adorno. A veces tienen los ojos pintados, o bien, se los simulan con incrustaciones de vidrio.

Son famosos los ‘carranclanes’ de tule elaborados en Lerma, que son soldados “revolucionarios”, “Adelitas” y jinetes tejidos en tule, con sombreros de ala ancha, con sus inseparables rifles en la mano y con carrilleras y cananas cruzadas sobre el pecho.

En Metepec, Valle de Bravo y Texcoco se producen alcancías y trastecitos de barro al natural, pintado o barnizado al temple o vidriado. En Metepec se produce además una gran cantidad de juguetes de alcancías zoomorfas en barro negro vidriado: toritos, peces, caballitos, cochinitos, a veces con un gracioso toque ornamental, con pinceladas doradas y en color rojo sobre el hocico. Se elaboran también figuritas para nacimientos en barro al natural o en brillantes colores: amarillos, solferinos, verdes, azules, rojos, morados, que hacen de cada pieza una fiesta encendida.

En Atlacomulco se produce una gran variedad de instrumentos musicales de madera como: las jaranas jarochas, guitarritas, mandolinas, arpas y violines. Unos son manufacturados en tejamanil y pintados con adornos florales y anilinas. Los violines son barnizados y llevan su arco hecho con fibras de lechuguilla, imitando perfectamente a los verdaderos.


popularte/esp