"INTENTO RECOPILAR LOS LUGARES DEL MÉXICO EN QUE VIVIERON LOS ABUELOS Y DONDE NACIERON TODOS SUS HIJOS. UN PEQUEÑO HOMENAJE, A AQUÉL GÜAJE QUE EMBARCO CON TAN SOLO CATORCE AÑOS"
jueves, 9 de diciembre de 2010
LA VIRGEN DE GUADALUPE EN MÉXICO
Desde tiempos inmemorables el cerro del Tepeyac ha sido un lugar sagrado. Como santuario, ha sido donde ha habitado “nuestra madre”, desde siempre ha sido “lugar de peregrinación”. Cronistas españoles señalaron que a pesar de la evangelización y la existencia de varias iglesias dedicadas a la virgen María, los indígenas no las visitaban y preferían el cerro del Tepeyac para venerar a Tonantzín y “llegaban de muchos lugares lejanos”. El cerro del Tepeyac ha sido un lugar sagrado desde tiempos prehispánicos.
Hogar de la deidad femenina más importante del mundo mexica donde se originó la vida y el universo, “ombligo del mundo”, Tonantzín es la madre de los dioses.
Con la conquista y el establecimiento de los españoles en nuestro territorio nunca perdió esa vocación sagrada, lugar donde se llevaban y llevan a cabo sacralidades. Lo que afirmamos, es que a pesar de la conquista militar, a pesar de revoluciones e invasiones extranjeras, el Tepeyac no ha perdido el don de productor de epifanías.
Lo que hicieron los españoles fue sustituir la deidad femenina de Tonantzín por otra deidad, una virgen cristiana que se le nombró Guadalupe. El reemplazo se logró a partir de una aparición. Con el paso de los años Tonantzín se convirtió en Guadalupe y hasta la fecha el cerro del Tepeyac alberga el santuario más importante de México, espacio sagrado que cada 12 de diciembre recibe a más de cinco millones de mexicanos procedentes de distintos rumbos del país. Es necesario afirmar que el culto antiguo y contemporáneo de la guadalupana es fundamentalmente un fenómeno religioso colectivo y nacional que tiene antecedentes prehispánicos, que se reconstruyó con la llegada de los españoles y sobrevivió hasta nuestros días.
En este sentido, el culto a la virgen de Guadalupe es la creación más compleja y singular de nuestra sociedad, tanto en el pasado como en el presente. La virgen de Guadalupe es un símbolo porque encarna a un pueblo y rememora la formación de una nación. Es un emblema porque condensa muchas cosas y acciones en una sola imagen y porque vincula ideas y fenómenos de los más diversos. Está presente en la política, en procesos históricos importantes de la nación mexicana, es mercancía en los ámbitos comerciales, aparece prácticamente en todos los hospitales de México y centros de beneficencia, es signo estético y su nombre se pronuncia cotidianamente en las familias mexicanas.
Es una imagen que auxilia en lo espiritual, pero también se empleó para empuñar un arma y exigir un cambio social, es un símbolo porque su color moreno sirvió para identificar a todo un pueblo, porque funciona en un espectáculo de rock, porque viaja por el ciberespacio. Es un símbolo porque su influencia y eficacia se ancla en una poderosa creencia, en la idea de que es la madre de todos los mexicanos.
La virgen de Guadalupe, escribió Octavio paz, es y ha sido madre protectora tanto del indio como del criollo, del policía como del bandolero o del mestizo. Del guerrillero y del caudillo. Del banquero y del líder obrero.
Su culto se manifiesta en todos lados, tanto en pueblos como en ciudades, en presidencias municipales, oficinas sindicales, galerones industriales, esquinas barriales o cuartos de vivienda campesina e indígena. Sin duda, como mencionó Octavio Paz, la fiesta de Guadalupe es el ritual más significativo de México, es la fecha central en el calendario emocional del pueblo mexicano.
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