"INTENTO RECOPILAR LOS LUGARES DEL MÉXICO EN QUE VIVIERON LOS ABUELOS Y DONDE NACIERON TODOS SUS HIJOS. UN PEQUEÑO HOMENAJE, A AQUÉL GÜAJE QUE EMBARCO CON TAN SOLO CATORCE AÑOS"
lunes, 25 de abril de 2011
LOS AZTECAS
Los aztecas, antes de haber construido en 1325, sobre un grupo de islotes, la capital que hoy existe, habían habitado por espacio de cincuenta años en otra parte más meridional del lago. Vinieron de Aztlán hacia 1160, y llegaron al valle de México, por Malinalco, después de cincuenta y seis años de migración. Estableciéndose primero en Zumpango, y después en la falda meridional de la montaña de Tepeyac. En 1245, según Clavigero, llegaron a Chapultepec; pero inquietados por los principillos de Xaltocan, se refugiaron en un grupo de islotes llamados Acocolco, en el extremo meridional del lago de Tezcuco, donde vivieron durante medio siglo en espantosa miseria.
Habiendo caído bajo el yugo de los reyes de Tezcuco y de Acolhuacan, se refugiaron los aztecas en Tizapán, en la tierra firme. Los servicios que prestaron a sus señores en una guerra contra los habitantes de Xochimilco, les procuraron la libertad. Entonces se establecieron en Acatzitzintla, pueblo al que llamaron Mexicalzingo por su dios de la guerra, Mexitli o Huitzilopochtli, y después en Iztacálco.
En cumplimiento de su oráculo, según el cual su asiento definitivo sería en el lugar donde encontrasen un águila sobre un nopal, en 1325 fundaron su teocalli, o casa de Dios, en un islote. Este teocalli, a cuyo alrededor se fundó la nueva ciudad, era de madera. El de piedra que admiraron los conquistadores, fue construido en el mismo sitio por el rey Ahuitzol en 1486. Era un monumento piramidal, de treinta y siete metros de altura, situado en medio de un recinto de muros, y constaba de cinco pisos. Sobre su cima se levantaban altares cubiertos de cúpulas de madera cuyas puntas estaban a cincuenta y cuatro metros sobre el suelo del recinto. No sabemos de qué materiales estaba construido.
Los fragmentos que de cuando en cuando se descubren alrededor de la catedral actual, son de pórfido, con base de grustein lleno de anfibolias y de feldespato vítreo. El teocalli estaba ya arruinado pocos años después del sitio de Tenochtitlán, el cual acabó con la destrucción casi total de la ciudad; por tanto, me inclino a creer que el exterior de la pirámide truncada era de arcilla revestida de la amigdaloide porosa llamada tetzontli.
La antigua ciudad de México se comunicaba con la tierra firme por tres grandes calzadas: la de Tepeyac (Guadalupe), la de Tlacopan (Tacuba), y la de Iztapalapan. Cortés menciona cuatro, sin duda porque contó como tal la que conduce a Chapultepec.
La calzada de Iztapalapan tenía un ramal que unía Coyohuacan con el fuerte de Xoloc. En 1338, con motivo de una lucha civil, se separó una parte de los habitantes y se estableció en los islotes situados al N. O. del templo. Esta nueva ciudad, que se llamó primero Xaltilolco y después Tlaltelolco, tuvo un rey independiente del de Tenochtitlán.
El rey mexicano Axayácatl conquistó a Tlaltelolco, y desde entonces este pueblo se unió por medio de puentes al de Tenochtitlán. Los mexicanos trasladaron a aquel lugar su gran mercado, cuya enorme magnitud prueba cuán considerable debió ser la población de la antigua ciudad.
Desde siglos antes de la conquista, los límites del lago de Tezcuco se venían reduciendo a causa de la falta de equilibrio entre la masa de agua que entra en él y la que pierde por evaporación. Esta merma de agua habría sido lenta y poco perceptible, a no haber intervenido la mano del hombre. Los conquistadores talaron sin tino los árboles, así en el llano en que está situada la ciudad como en los montes que la rodean. La construcción de la nueva ciudad consumió una cantidad inmensa de madera para vigas, puertas y pilotes.
Hoy continúa la tala, y la falta de vegetación expone el suelo descubierto a los rayos del sol, de suerte que la humedad que no se pierde por filtración, se evapora rápidamente. Pero lo que más ha contribuído a la disminución del lago es el tajo llamado Desagüe Real de Huehuetoca, que conduce las aguas de lluvia al río Pánuco.
Este estado de cosas ha venido del deseo de hacer de México una capital en donde, al mismo tiempo que pudiesen circular carruajes, hubiese menos peligro de inundaciones.
Fuente. antorcha.net
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