"INTENTO RECOPILAR LOS LUGARES DEL MÉXICO EN QUE VIVIERON LOS ABUELOS Y DONDE NACIERON TODOS SUS HIJOS. UN PEQUEÑO HOMENAJE, A AQUÉL GÜAJE QUE EMBARCO CON TAN SOLO CATORCE AÑOS"
miércoles, 25 de mayo de 2011
EL MUEBLE PREHISPÁNICO
El petate.
En el mobiliario prehispánico destacaban las esteras o petates, (petatl, o alaucapetatl -en lengua náhuatl-), elaborados de hojas y fibras diversas. Según el clima y, como lo vimos anteriormente, según el estrato social, el petate tuvo diferentes formas: en la casa del pueblo sirvió como lecho, mesa, asiento, muro o puerta y en ocasiones hasta de mortaja, todo esto en un sencillo tejido de tule (material que abunda en las zonas lacustres), a diferencia de los petates que usaba la clase gobernante y sacerdotal, hechos de finas palmas silvestres (como el icxotl o ixhuatl) y cubiertos con mantas delgadas, gruesas y en algunos casos entretejidas con plumas. En los petates se llevaba a cabo el matrimonio religioso y físico y alrededor de él giraban las horas gratas de alimentación y descanso.
La hamaca.
En algunas regiones cálidas la estera fue sustituida por la hamaca como una forma de mitigar el calor. Los mayas adoptaron la hamaca que sirvió entonces, y hasta la fecha, para descansar y dormir. Aunque su origen es incierto, toda vez que hay quien afirma que los españoles la trajeron de Haití, lo que sí se puede afirmar es que en la Península de Yucatán se tejieron hamacas de un agave llamado sisalan (en maya yaxkí), siendo hasta el siglo XIX cuando se hicieron de henequén, agave que se convirtió en un símbolo de la cultura peninsular. Posteriormente se tejieron de curricán, fibra al parecer de marca inglesa, que se usó por más de un siglo. Por otro lado, la gente acaudalada prefería las hamacas de fibras más suaves como la sansibiera o inclusive las tejidas en crochet y sedalina. Actualmente, al igual que el petate, la hamaca es usada tanto por los grupos sociales que la consideran esencial en su forma de vida, como por quienes la tienen de manera complementaria o suntuaria.
El equipal.
En algunos casos los asientos se reducían a un simple madero, aunque fue común el uso de pequeñas esteras llamadas “asentaderas” donde se descansaba, se conversaba o se ejecutaban labores de trabajo. Otros materiales que complementaron los muebles prehispánicos de madera, fueron las pieles de animales como el jaguar, el coyote, el lobo y el venado, que eran usadas para forrar asientos, algunos de forma simple y otros imitando la figura de animalillos, con cabeza y cola que servían de asideros.
El icpalli es el asiento de origen precolombino más famosos hasta nuestros días, y es conocido como equipal desde la llegada de los españoles. Por la información que se tiene de los antiguos códices mexicanos que dan cuenta, entre otros temas, de la forma de vida de las sociedades prehispánicas, se tenían diferentes tipos de equipal, al igual que las esteras, según el estrato social o la condición divina de su mundo religioso. El asiento de mayor jerarquía era el xicalico-liuhqui, destinado a los dioses, que era representado en forma piramidal, sin brazos, con un pequeño respaldo inclinado y con las patas formadas por dos volutas de jícara, que son comunes en la decoración de los templos prehispánicos. El teoicpalli (de téotl, dios), destinado también a sus deidades, se elaboraba de madera con incrustaciones de metal, de obsidiana o chalchihuite.
Otros equipales identificados son el teotzoicpalli (de tepótzol, joroba espinoza e icpalli, asentadero) que estaba destinado para los tlahtoanis o reyes. Sobre éstos, Fray Bernardino de Sahagún describía: “Usaban los señores de unos asientos hechos de juncias y de cañas, con sus espaldares, que llaman teptzoicpalli, que también los usan ahora. Pero en tiempos pasados para demostración de su majestad y gravedad, forrábanlos con pellejos de animales fieros, como son los tigres y leones, y onzas y gatos cervales, y osos también de ciervos, adobado el cuero.” El tolicpalli (de tollín, tule) era para los señores acaudalados, también descritos por Sahagún: son “asentamientos de ruelos pequeños o cuadrados y del alto de una mano con su pulgada o un palmo que llaman tolicpalli; los forraban con estos mismos pellejos dichos, para asentamientos de los señores. Igualmente los usaban por estrados, sobre que estaban los asentamientos de los mismos pellejos ya dichos tendidos…”
Algunos asientos más de uso generalizado eran: los xiuicpallis (de xiuitl, hierba), hechos de un manojo de hierbas sujetas con un cordel; el zacaicpalli (de zacate), que era un atado de esta fibra; y el cuauhxiuicpalli (de cuauhitl, árbol, y xiu, hierba) que se hacía con un haz de varas.
Fuente uv.mx
lunes, 23 de mayo de 2011
LAS MINAS DE PACHUCA
De los toltecas se dice que conocían las turquesas, y encontraron las minas y el Monte de plata, del oro, del cobre, del estaño, del metal de la luna; y de los mexicas, dieron oro y plata para que gozaran Huitzilopochtli, que quiere decir cuando los mexicas llegaron, los toltecas ya explotaban las minas en la actual Sierra de Pachuca.
El Municipio de Mineral del Monte, tiene su origen en la época colonial, se remonta en la época en que arribaron los mineros ingleses en donde ya existían caminos que lo comunicaban con Pachuca y las Haciendas de Beneficio, situadas hacia el norte hasta San Miguel Regla.
Es también conocido por sus minas de plata explotadas por Don Pedro Romero de Terreros en el siglo XVIII y posteriormente por los ingleses en el siglo XIX, quienes trajeron a esta región, las primeras máquinas de vapor, el fútbol y el platillo típico, los pastes.
En 1766 Pedro Romero de Terreros, pretendió suprimir el partido y los jornales que pagaba y aumentar al doble las cargas de trabajo para obtener mayores ganancias, el 15 de agosto los mineros de Real del Monte se lanzaron a la huelga, y se trasladaron a Pachuca a manifestarse. Este movimiento se toma como el primer antecedente de los movimientos de huelga en México.
La Historia de Pachuca de Soto; data del siglo XV, cuando fue fundada por un grupo mexica que la llamó Patlachiuhcan. Para 1524 los primeros españoles que llegaron a la región estuvieron Francisco Téllez y Gonzalo Rodríguez, llamándole al lugar "Real de Minas de Pachuca". La ciudad formaba parte de uno de los centros mineros más importantes de la Nueva España, ya que es aquí donde, por primera vez, se utilizó el método de amalgamación para la obtención de la plata, conocido como beneficio de patio.
Al inicio de la guerra de independencia las minas fueron abandonadas. En 1813, Pachuca recibe el título de Ciudad, mediante el pago de 3.000 pesos que hizo Don Francisco de P. Villaldea. En el año de 1869 Benito Juárez crea el estado de Hidalgo, designando como capital del estado a la ciudad de Pachuca.
Para 1524 los primeros españoles que llegaron a la región estuvieron Francisco Téllez (artillero llegado con Hernan Cortés en 1519 a quien apodaron el Tuerto) y Gonzalo Rodríguez, quienes construyeron las primeras casas, llamándole al lugar "Real de Minas de Pachuca".
Para 1529-1530, la población estaba ya trazada a la usanza europea, pues alude a la existencia de calles, cárcel y plaza, así como habitantes de nombre y apellidos ibéricos. La Calle Hidalgo es una de las primeras en ser trazadas y recorre desde el portal de la Plaza de la Constitución hasta el llamado Parque Hidalgo, donde destaca la "Casa Colorada", que fuera la hacienda del Conde de Regla. En el año de 1553 se erige en Alcaldía Mayor y en 1786 a raíz de las reformas Borbónicas pasa a ser subdelegación de la Intendencia de México.
Minería:
El Distrito Minero de Pachuca se localiza al norte de la cuenca de México, en la Sierra de Pachuca, en la provincia metalogenética denominada Eje Neovolcánico, lo cual explica la presencia de depósitos polimetálicos de plata, plomo, zinc, cobre y oro. Este distrito se divide en dos áreas: Pachuca y Real del Monte. Debido a su proximidad a la Ciudad de México, recibió un especial interés en la búsqueda de metales preciosos, base de las economía colonial, y se transformó en el centro minero productor de plata más cercano a la capital, lo que facilitó la continuidad en la explotación.
El descubrimiento de las minas en la región fue realizado el 29 de abril de 1552 por Alonso Rodríguez de Salgado, mayoral de una estancia de ganado menor, hizo el descubrimiento de estas minas, andando repastando en el término del pueblo, cerca de una estancia de cabras de Tlaulilpa, en las laderas de dos grandes cerros, llamados el uno, de la Magdalena, y el otro, de San Cristóbal.
Los Reales.
En ese tiempo se les denominaba "Reales" a los sitios con metales preciosos se debe a que, según la legislación española, los yacimientos minerales pertenecían al rey, quien entregaba en concesión a una persona a cambio de un impuesto de 20% sobre lo obtenido; este era llamado quinto real. Un primer signo de la bonanza, fue el aumento de la población en la región, derivada de la llegada de operarios deseosos de hallar acomodo en las minas, así como de los repartimientos de indígenas procedentes de sitios cercanos como Atotonilco el Grande, Actopan y Tizayuca. El Edificio de las Cajas Reales fue destinado a guardar el quinto de su majestad y el azogue.
El Edificio de las Cajas Reales; llamado así porque era el lugar donde los mineros pagaban sus quintos o impuestos a la corona de España. Su construcción data del siglo XVII, por órdenes del virrey Antonio de Toledo y Salazar (Márquez Mancera). Se tardo en construir en 5 años con un costo de $100 000 pesos.
territorioscuola.com
domingo, 22 de mayo de 2011
REGION HUASTECA
La zona huasteca se integra de la región de la Huasteca Veracruzana y de la sierra de Huayacocotla, que colindan con los estados de Tamaulipas, San Luis Potosí, Hidalgo y Puebla y se caracteriza por la singular belleza de su abundante vegetación, sus fértiles tierras a las márgenes de los ríos y esteros con sus cerros y bajíos. En esta región además de sus danzas se baila el huapango que es un género musical y dancístico denominado también "Son Huasteco", el cual surge en la época colonial de bailes y trovas populares de influencia española pero con una expresión propia de los sectores mestizo e indígena y que se identifica como una cultura regional. Una expresión que sobre el huapango emite Patricia del Carmen Florencia Pulido en su Crónica Histórica del Huapango Huasteco Veracruzano es :
"El Huapango es el producto de un sentimiento que se manifiesta bajo acordes
musicales, trovos y retumbar de las tarimas por un taconeo suave y armonioso que simbolizan a nuestra raza Huasteca".
Entre los diversos huapangos existentes en la región, se encuentran aquellos característicos para trovar, es decir, que se destaca la languidez del violín y el acompasado ritmo de la jarana y guitarra quinta acompañando a la voz del trovador, también se encuentran los huapangos bailables tradicionales por su amplia melodía rítmica como son : "El Caimán", "El Caballito", "La Presumida", "El Cielito Lindo" y "La Huasanga" los cuales se bailan desde muchas generaciones atrás y se han conservado hasta la actualidad "El Querreque", "El Gusto", "La Petenera" y el "Taconcito" son más recientes pero también muy tradicionales.
Para bailar el huapango la postura de los bailadores es erguida, apenas con un ligero vaivén en el tronco del cuerpo, el hombre siempre con el sombrero en la mano indicando el respeto a la mujer y ella puede hacer uso de su abanico durante el desarrollo del baile.
sábado, 21 de mayo de 2011
PUERTO DE VERACRUZ
VERACRUZ—Fue la primera ciudad fundada por Cortés, en 1.519, y constituyó durante mucho tiempo el único punto de enlace con Europa. Todavía hoy es el puerto más importante de México. Veracruz tiene encanto. Es una ciudad indolente y alegre. Sus calles se encuentran animadas desde la mañana por los que tocan la marimba, los vendedores de langostas, los comerciantes de conchas y escamas de pescado. La atmósfera es distendida y calurosa. La región de Veracruz es la región mexicana de las plantaciones de café, bananas y caña de azúcar.
Todos aquellos que disfrutan de visitar Veracruz, reciben un afectuoso trato por parte de sus habitantes conocidos como "jarochos", los cuales siempre están prestos a dar la mano y un cálido recibimiento a todo aquel que visita esta ciudad. La música tradicional son el danzón y el son, la salsa, la marimba, la Internacional Bamba, y la música de viento. Artesanos veracruzanos hacen gran variedad de figuras decorativas, utilizando como materia prima la madera, las conchas y los caracoles de mar, entre las que destacan los barcos, máscaras, veleros, collares, alhajas, pulseras y aretes. También elaboran artesanías típicas de la región como las alcancías y figuras decorativas con la corteza del coco.
PUERTO
Es conocido como La Puerta de México al Mundo, ya que el puerto es y ha sido el más importante del país desde sus inicios en la época colonial hasta la época actual, durante 250 años fue el único Puerto por el cual podían entrar y salir mercancías de América Continental hacia Europa. Actualmente se planea la expansión del Recinto Portuario con terrenos ganados al mar y otros cedidos por el gobierno federal, y se espera que de 19.5 millones de toneladas que tiene de capacidad en la actualidad pase a 118 millones, y de 19 posiciones de atraque a 48. El municipio de Veracruz pertenece a la región económica Sotavento.
REGRESO A ESPAÑA DEL ABUELO:
El 4 de agosto de 1.928, embarca Joaquín Díaz Tomás en Veracruz, llegan el día 6 a la Habana, el 9 a Nueva York, y el 25 a Gijón.
viernes, 20 de mayo de 2011
jueves, 19 de mayo de 2011
LA TALAVERA POBLANA
La cerámica de Talavera tiene una vigencia de exquisitez. Al paso de los siglos la decoración mostró no sólo gustos personales sino apetencias y actitudes sociales. Formas, proporciones, decoraciones y antigüedad se fueron convirtiendo en requisitos forzosos de algo elitista, de acariciado capricho de minorías. Sin embargo, la difusión de la loza, gracias a su carácter utilitario y a la frescura y espontaneidad de su decoración no sólo se extendió por todos los ámbitos, sino que, en cuanto a sus dueños, alcanzó todas las categorías sociales. Platos, platones, soperas, jarras con o sin asas, macetas, floreros, pilas de agua, lavabos, imágenes religiosas, humanas y de animales, frascos de farmacia, etcétera, es decir, todo tipo de artículos de uso cotidiano.
¿Por qué se le denomina Talavera de Puebla a la loza y al azulejo vidriado y esmaltado que se fabrica en la ciudad de ese nombre? Seguramente que por la semejanza que su estilo decorativo guarda con el de la loza originaria de Talavera de la Reina en España. Varios historiadores han dado su versión sin poder comprobarla documentalmente.
La historia se confunde con la leyenda. La verdad es que aunque la loza poblana se decora a semejanza de la de Talavera, ello no basta para suponer que hayan sido talaveranos los primeros loceros que llegaron a Puebla. Bien pudieron ser sevillanos, pues Sevilla fue punto de emigración a las posesiones españolas de ultramar y centro productor de loza y azulejería con influencia mudéjar. Desde luego, un notable locero, vecino de Puebla de los Ángeles en 1604, de nombre Diego Gaytán, era originario de Talavera y no dejaría de influir, con su personal estilo, en el desarrollo de la industria poblana de la loza.
La industria del vidriado y del esmaltado del barro cocido, desconocida para los antiguos mexicanos, pasó de España a México en la segunda mitad del siglo XVI. A partir de 1580 se establece en Puebla un buen número de maestros loceros que encuentran en sus cercanías los materiales necesarios para producir cerámicas de buena calidad, y convierten a la ciudad en un centro comercial que permite la venta de sus mercancías a la ciudad de México y Veracruz.
La producción de cerámica llegó a ser muy abundante y cada locero fabricaba sus piezas a capricho, sin más que lo que imponían su propio gusto y la costumbre. A mediados del siglo XVII había tal cantidad de ceramistas que el virrey se vio en la necesidad de crear el gremio de loceros y reglamentar su oficio. Así, en 1653 se redactan en Puebla las ordenanzas que fijaron las condiciones requeridas para ser maestro del oficio, entre ellas la separación de la loza en tres géneros: fina, común y amarilla; las proporciones en que debían ser mezclados los barros para producir piezas de buena calidad, y las normas a seguir para el decorado, en las que se establecía que en la loza fina la pintura debía ir guarnecida de negro para realzar su hermosura; además se especificaban cualidades y detalles de fabricación. Llama la atención el tercer artículo, que a la letra dice: “Que no se pueda admitir a examen de dicho oficio, a ningún negro, ni mulato, ni otra persona de color turbado, por lo que importa que lo sean españoles de toda satisfacción y confianza”. Poco ha variado el proceso de elaboración de la loza. Fueron las formas y el decorado los que sufrieron una gran transformación, debido a influencias estilísticas de diferentes países y épocas.
El auge y esplendor de la Talavera abarcó de 1650 a 1750 aproximadamente, cuando se difundió por todo el territorio de la Nueva España, Guatemala, Cuba, Santo Domingo, Venezuela y Colombia. Las luchas de independencia de las colonias, la desaparición del comercio entre ellas y la continua importación de loza y porcelana inglesas contribuyeron al cierre de los talleres por no poder competir en precio. Desde entonces se advierten periodos de mejoramiento y cambio, seguidos por otros de vulgaridad y agotamiento.
Hay que mencionar por último el proyecto promovido por varias fábricas del entorno poblano y del gobierno federal para proteger la zona geográfica que contiene las materias primas características de la Talavera y que se encuentran en la zona del valle de Puebla, en los distritos de Atlixco, Cholula, Puebla y Tecali, y solicitar la declaratoria de Denominación de Origen para la Talavera.
LOS ÁRBOLES DE LA VIDA-
En la pintoresca población de Izúcar de Matamoros se elaboran los originales y coloridos “árboles de la vida”. Algunos de ellos llegan a tener un precio de hasta ocho mil pesos, pues están hechos de barro, de acuerdo con las técnicas prehispánicas, y pintados con cochinilla, colorante que se elabora a base de un insecto de ese nombre.
Izúcar se localiza a 67 km de la ciudad de Puebla, por la carretera federal núm. 190.
mexicodesconocido.com
martes, 17 de mayo de 2011
LEYENDA DEL POPOCATÉPELT
El Popocatépetl es un estratovolcán, y los estudios paleomagnéticos que se han hecho de él indican que tiene una edad aproximada de 730 000 años. Su altura es de aproximadamente 5450 msnm, es de forma cónica, tiene un diámetro de 25 km en su base y la cima es el corte elíptico de un cono y tiene una orientación noreste-suroeste. La distancia entre las paredes de su cráter oscila entre los 660 y los 840 m.
El Popocatépetl ha estado desde siempre en actividad lentamente, a pesar de haber estado, durante buena parte de la segunda mitad del siglo XX, en reposo. De hecho, en 1991 se inició un incremento en su actividad y a partir de 1993 las fumarolas eran ya claramente visibles desde distancias de alrededor de 50 kilómetros.
Además, existe una gran cantidad de registros desde la antigüedad sobre los periodos de actividad del volcán, e incluso está registrada una erupción en 1927, que fue artificialmente provocada por la dinamitación del cráter para extraer azufre del mismo. La última erupción violenta del volcán se registró en diciembre de 2000. El 25de diciembre de 2005 se produjo en el cráter del volcán una nueva explosión, que provocó una columna de humo y cenizas de tres kilómetros de altura y la expulsión de lava.
En vista de que la lava puede salir por cualquier fisura que se produzca en sus laderas y no sólo por su cráter, es difícil conocer por adelantado cuáles serían las zonas afectadas en caso de erupción. Lo más que se puede decir es que si la lava saliera del lado norte o noreste, o este y sureste, el estado de Puebla se vería afectado. Si saliera del lado sur se vería afectado el estado de México y posiblemente el estado de Morelos, y si saliera del lado oeste y suroeste se vería afectada la región en donde se encuentra la población de Amecameca. El área de la superficie afectada dependerá de la viscosidad de la lava. Como última posibilidad teórica, diremos que si se llenara el cráter con lava, lo que es muy remoto, ésta se desparramaría por el lado noreste, pues hacia esa dirección se encuentra el borde más bajo del mismo.
El primer ascenso registrado a este volcán fue hecho mucho antes de la época del Imperio Mexica en 1289, por los Tecuanipas; el segundo ascenso hecho por los españoles fue dirigido por Diego de Ordás en 1519, para conseguir azufre para su pólvora.
El Popocatépetl ha sido uno de los volcanes más activos de México. Desde 1354 se han registrado 18 erupciones. En 1947 ocurrió una erupción de consideración, para iniciar así un periodo de actividad. Después, el 21 de diciembre de 1994 registró una explosión que produjo gas y cenizas que fueron transportados por los vientos dominantes a más de 25 km de distancia. Actualmente su actividad es moderada, pero constante, con emisión de fumarolas, compuestas de gases y vapor de agua, y repentinas e imprevistas expulsiones menores de ceniza y material volcánico. La última erupción violenta del volcán se registró en diciembre de 2000, lo que, siguiendo las predicciones de científicos, motivó la evacuación de miles de personas en las áreas cercanas al volcán. El 25 de diciembre de 2005 se produjo en el cráter del volcán una nueva explosión, que provocó una columna de humo y cenizas de tres kilómetros de altura y la expulsión de lava.
El volcán, durante el tiempo prehispánico, era una deidad azteca dedicándose un culto exclusivo a la entidad. Hoy día el culto sobrevive en forma minoritaria o simbólica; los guardianes del volcán son llamados temperos del volcán Popocatépetl, quienes se refieren a él como don Goyo o Serafín, personificándolo en un indígena.
Los temperos celebran ritos en los santuarios consagrados a Popocatépetl, aquellos que se encuentran ubicados en las cañadas y zonas boscosas de las faldas del volcán, para solicitar la bendición de la lluvia así como la protección del dios frente al granizo para sus cosechas.
lunes, 16 de mayo de 2011
HISTORIA DE LA COCINA MEXICANA
Durante la época prehispánica, los pueblos indígenas que habitaron el territorio tuvieron una dieta basada principalmente en vegetales. De ellos hay que señalar que hay una especie de dualidad que fue común a muchos de ellos desde por lo menos el año 3000 aec, se trata del maíz y el chile. Las grandes culturas mesoamericanas, y en menor medida, las oasisamericanas fueron alimentadas materialmente con estos dos frutos de la tierra. Al chile y maíz se asociaban otras especies de no menor importancia, algunas de las cuales han trascendido su nativo nicho ecológico para convertirse en insumos de las más variadas cocinas. Cabe mencionar al jitomate, el cacao, el aguacate, la calabaza, el nopal, la vainilla, divinizados todos ellos en la figura de Chicomecóatl, nombre náhuatl de la diosa mesoamericana de los alimentos.
Para complementar su alimentación, los antiguos pobladores de México acudieron a dos estrategias, por un lado, la crianza (en Mesoamérica) de guajolotes (pavos) y xoloitzcuintles (perros); o bien, la caza de todo tipo de animales, y esto vale para todos los pueblos de América Septentrional. Por ello, en aquellos tiempos cabe buscar los orígenes de ciertos hábitos alimenticios que perduran en la actualidad.
Tal es el caso del consumo de insectos y sus larvas (chinicuiles, chapulines, escamoles, jumiles...); reptiles (iguanas, serpientes...); batracios (ranas, axolotes...); peces (boquerones, charales, pescado blanco...); mamíferos (ardillas, tejones, venados...) y aves (chichicuilotas, patos, codornices y otras).
La cocina prehispánica disponía de pocas técnicas de elaboración. Sin embargo, una técnica muy importante es la nixtamalización del maíz, que aglutina los carbohidratos del almidón de maíz, lo que permite convertirlo en masa. Esta técnica era desconocida en todo el mundo, salvo en México y en algunos países de América Central. Otra técnica era la cocción a vapor —empleada, por ejemplo, en la confección del tamal—, o el horno de tierra, cuya fuente de calor se da por piedras calentadas durante horas a la leña —con la que se preparan, por ejemplo, la barbacoa y el zacahuil. Muchas de las recetas mexicanas tienen, pues, al menos algún antecedente precolombino, que es fácil identificar en la medida en que muchos conservan su nombre en lenguas indígenas, aunque castellanizado. Es el caso del mole, el atole, el tesgüino, el papadzul, el uchepo y toda una constelación de alimentos.
DIVERSIDAD:
La diversidad es la característica esencial de la cocina mexicana. Casi cada estado mexicano posee sus propias recetas y tradiciones culinarias. Desde luego esta diversidad es más notoria si se contempla la riqueza gastronómica regionalmente y no por entidad federativa. Hay ciertas creaciones gastronómicas que surgieron localmente y que por su calidad y aceptación generalizada se han vuelto emblemáticas de la cocina mexicana en lo general. Éste es el caso de platillos como la cochinita pibil (yucateca), el mole oaxaqueño, el mole poblano, el pozole (identificado con Sinaloa, Jalisco y Guerrero), el cabrito (coahuilense y neoleonense), el pan de cazón campechano, el Churipu y las corundas purépechas (de Michoacán), el menudo de Sinaloa, Sonora y Chihuahua y otros muchos alimentos, en una larga lista de honor de la gastronomía mexicana.
Aunque algunas sobresalen, en efecto, por su bien ganada fama y difusión, estas tradiciones gastronómicas regionales deben jerarquizarse sólo en función de gustos personales.
En el conjunto inmenso de cocinas regionales bien diferenciadas, se caracterizan todas ellas por un componente indígena básico en sus ingredientes y en las formas de preparación de los alimentos y en este orden podría decirse que el común denominador de tales gastronomías es el uso del maíz y del chile y del frijol, acompañados por el siempre presente jitomate, en sus diversas formas y variedades.
En las últimas décadas ha florecido un movimiento que se ha dado en llamar nueva cocina mexicana, que retoma las recetas, técnicas e ingredientes nacionales y las combina con los propios de la alta cocina internacional.
Costumbres de la gastronomía mexicana:
Las costumbres gastronómicas en México están muy ligadas a la ocasión y al origen social de los comensales e incluso hasta las épocas del año. Pero se puede decir que hay tres instantes del día importantes desde el punto de vista de la relación social con la comida de los mexicanos:
Desayuno, que puede ser una ocasión para probar los tamales y el atole acompañado de unas quesadillas, o algún guisado de carne acompañado con tortillas. Asimismo, se puede disfrutar de los chilaquiles o los molletes. En cuanto a los tamales, es habitual encontrar en las calles puestos ambulantes de tamales que también ofrecen las famosas tortas de tamal o «guajolotas».
Almuerzo o comida, que suele servirse entre la una y las cuatro de la tarde, suele ser muy abundante. Suele haber dos o hasta cuatro tiempos: el primero consiste en una sopa con ingrediente de arroz (el arroz puede servirse también como segundo tiempo, entre la sopa y el guisado) y posteriormente se sigue de un plato más fuerte que suele ser llamado «guisado» y, para finalizar, los dulces o postres.
Merienda, que suele ser el instante de reunión familiar en el que predominan los sabores dulces: el chocolate (se denomina a la española o champurrado), los panes, y los famosos antojitos: las enchiladas, los pambazos, los tamales, las quesadillas y los tacos.
Cena, que se suele servir después de las 7 u 8 de la noche; generalmente es un platillo fuerte, puede ser similar al del almuerzo o al de la comida, o muchas veces es carne asada (res, puerco, pollo) y camote caliente.
Cada vez más esta división se ha ido perdiendo en ciertos sectores sociales, que sólo hacen tres comidas: desayuno, comida y cena, y optan así por una dieta más ligera, pero que no los exime de disfrutar de unas quesadillas, unos chilaquiles o unos huevos rancheros.
Wikipedia-
sábado, 14 de mayo de 2011
viernes, 13 de mayo de 2011
EL SON JAROCHO
El son es probablemente el género musical más rico en México, el más representativo de la cultura popular, interpretado primordialmente con instrumentos de cuerda y percusión. Fuera de algunas excepciones, el son combina partes puramente instrumentales con partes cantadas. Las partes instrumentales se zapatean vigorosamente con taconeos que reflejan sus antecedentes españoles; las partes cantadas acompañadas discretamente por instrumentos, sirven a los bailadores para paseos, descanso y pasos menos sonoros. según Reuter en su libro "La Música Popular de México" dice :
"El son es primeramente, música profana y festiva, típicamente mestiza, es un género musical estrechamente ligado al baile social, no a la danza ritual del indígena, el baile es de pareja y expresa siempre el coqueteo entre varón y mujer, salvo algunas figuras coreográficas, el baile del son es suelto, es decir, las parejas no se tocan. Suele bailarse sobre tarimas que sirven de caja de resonancia al zapateo".
El son jarocho no tiene una fecha precisa de nacimiento. "La Bamba", probablemente el más antiguo son jarocho que se conserva, data del siglo XVI y es atribuído a un trovador que vivió en el Puerto de Veracruz.
La poesía cantada en los sones está compuesta de coplas. La copla es un breve poema que encierra dentro de sí una idea completa. Los contenidos de las coplas son en su mayoría amorosos, pícaros y un grupo muy numeroso de coplas se refiere a ANIMALES que en algunos casos los bailadores interpretan imitando su movimiento durante el desarrollo del baile. Muchas coplas se cantan con un estribillo (la parte que se repite) caracterizando al son.
Al estar coordinadas la parte musical y la parte coreográfica, con frecuencia los versos de las coplas se repiten instrumentalmente, por estas repeticiones de versos se logra una uniformidad en la estructura musical que sirve de apoyo a los bailadores. En la longitud del son no hay norma que establezca el número de coplas con su interludio para zapatear.
Los sones son anónimos, y como parte esencial de la creatividad musical tradicional cada intérprete se agrega o adiciona coplas o estribillos, algunos de los cuales quedan para formar parte del son y lo van modificando con el paso del tiempo, lo que los convierte en obras de creación colectiva.
Las disciplinas del baile en el son jarocho son muy rígidas. En este sentido, existen "Sones de a montón" (exclusivo para mujeres), "Son de parejas" y "Son de pareja" (de una sola pareja que va siendo sustituida por otra durante el desarrollo del son), y algunos sones como el de "los panaderos" que es de una pareja, donde se va supliendo al hombre o a la mujer de acuerdo con lo que indiquen los músicos quienes bien pueden pedirle al hombre que deje sola a la mujer, o bien solicitan a la mujer que deje solo al hombre. Luego cada uno tienen que buscar a su compañera o su compañero, para que continúe el baile en pareja.
martes, 10 de mayo de 2011
CELEBRACION DEL DIA DE MUERTOS
El Día de Muertos es una celebración mexicana de origen prehispánico que honra a los difuntos el 2 de noviembre, comienza el 1 de noviembre, y coincide con las celebraciones católicas de Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos.
Es una festividad mexicana, que se celebra también en algunos países de América Central, así como en muchas comunidades de los Estados Unidos, donde existe una gran población mexicana y centroamericana. La Unesco ha declarado la festividad mexicana como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México son anteriores a la llegada de los españoles. Hay registro de celebraciones en las etnias mexica, maya, purépecha y totonaca. Los rituales que celebran la vida de los ancestros se realizan en estas civilizaciones por lo menos desde hace tres mil años. En la era prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.
El festival que se convirtió en el Día de Muertos se conmemoraba el noveno mes del calendario solar mexica, cerca del inicio de agosto, y se celebraba durante un mes completo. Las festividades eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl, conocida como la "Dama de la Muerte" (actualmente relacionada con "la Catrina", personaje de José Guadalupe Posada) y esposa de Mictlantecuhtli, Señor de la tierra de los muertos. Las festividades eran dedicadas a la celebración de los niños y las vidas de parientes fallecidos.
La muerte es un símbolo emblemático que ha causado admiración, temor e incertidumbre al ser humano a través de la historia. Por muchos años, en diversas culturas se han generado creencias en torno a la muerte que han logrado desarrollar toda una serie de ritos y tradiciones ya sea para venerarla, honrarla, espantarla e incluso para burlarse de ella. México es un país rico en cultura y tradiciones; uno de los principales aspectos que conforman su identidad como nación es la concepción que se tiene sobre la muerte y todas las tradiciones y creencias que giran en torno a ella.
Es una festividad mexicana, que se celebra también en algunos países de América Central, así como en muchas comunidades de los Estados Unidos, donde existe una gran población mexicana y centroamericana. La Unesco ha declarado la festividad mexicana como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México son anteriores a la llegada de los españoles. Hay registro de celebraciones en las etnias mexica, maya, purépecha y totonaca. Los rituales que celebran la vida de los ancestros se realizan en estas civilizaciones por lo menos desde hace tres mil años. En la era prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.
El festival que se convirtió en el Día de Muertos se conmemoraba el noveno mes del calendario solar mexica, cerca del inicio de agosto, y se celebraba durante un mes completo. Las festividades eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl, conocida como la "Dama de la Muerte" (actualmente relacionada con "la Catrina", personaje de José Guadalupe Posada) y esposa de Mictlantecuhtli, Señor de la tierra de los muertos. Las festividades eran dedicadas a la celebración de los niños y las vidas de parientes fallecidos.
La muerte es un símbolo emblemático que ha causado admiración, temor e incertidumbre al ser humano a través de la historia. Por muchos años, en diversas culturas se han generado creencias en torno a la muerte que han logrado desarrollar toda una serie de ritos y tradiciones ya sea para venerarla, honrarla, espantarla e incluso para burlarse de ella. México es un país rico en cultura y tradiciones; uno de los principales aspectos que conforman su identidad como nación es la concepción que se tiene sobre la muerte y todas las tradiciones y creencias que giran en torno a ella.
domingo, 8 de mayo de 2011
EL ARTE PLUMARIO
Las plumas se obtenían de los guajolotes, de: los patos y las garzas que habitaban en los lagos que rodeaban el Valle de México o provenían de lejanas regiones como la zona maya de cuyas selvas y bosques llegaban las apreciadas plumas de los quetzales. Muchas de ellas se adquirían en los mercados, dice López de Gómara (1979) que "la cosa más digna de ver es la volatería que viene al mercado, pues, además de que de estas aves comen la carne, visten la pluma y cazan a otras con ellas, son tantas que no tienen número, y de tantas raleas y colores, que no lo sé decir". Las plumas también fueron objetos de tributo, tanto de la materia prima como de productos elaborados. Debido a su enorme valor, estas servían de moneda y de ofrenda para los dioses. Los artesanos de la pluma, llamados amantecas, se tenían en alta estima y ellos las transformaban en prendas de vestir para dignatarios y guerreros.
No es difícil imaginar el asombro de los conquistadores al encontrarse tal riqueza en la indumentaria: mantas decoradas, huipiles bordados, ceñidores, atavíos de los dioses, capas, divisas, rodelas, abanicos y tocados, doncellas decoradas con plumas en la fiesta de Toxcatl y, destacando entre todos estos, los caballeros-águila, vestidos totalmente de pájaros. Con la Conquista los objetos ceremoniales fueron desapareciendo paulatinamente y el arte plumario se adaptó a nuevas formas, una de las innovaciones fue la aparición de mosaicos con temas religiosos, cubrecalices y ornamentos como mitras y casullas que alcanzaron gran fama en toda América. Las principales zonas productoras fueron el Valle de Toluca, la región de Puebla- Tlaxcala y la zona purépecha. Todavía muy avanzado el siglo XVI, las plumas eran objeto de comercio con Europa y Oriente a donde se enviaban para adornar los sombreros, vestidos y cascos militares.
En el siglo XVII aparece la Virgen de Guadalupe como una constante en los cuadros de plumaria. Hacia el siglo XVIII la iconografía del arte plumario se concentró en las imágenes de los fundadores de las órdenes religiosas y santos patronos. En los últimos años del virreinato se acostumbraba pintar al óleo las caras y las manos de las imágenes y se introdujeron otros elementos como las telas y el delineado de las figuras con óleo o con papel, casi siempre en dorado.
Las nuevas formas de la indumentaria femenina, como los rebozos, empezaron a adornarse con plumas y persistió su uso en algunas de las prendas tradicionales. Al consumarse la Independencia, los temas cambian, los ímpetus nacionalistas se muestran en cuadros en los que los nuevos símbolos son los protagonistas, el mejor ejemplo es el cuadro de los Símbolos Nacionales, elaborado en 1829, posiblemente en el área de Pátzcuaro por José Rodríguez y que se conserva en el Museo Nacional de Antropología.
En el siglo XIX se hicieron unos delicados cuadros usando litografías recubiertas con plumas montadas sobre lámina, estos representan tipos populares, tres buenos ejemplos de ellas se conservan en una colección particular. En nuestros días, solamente persiste el uso de las plumas en la indumentaria femenina en los huipiles de boda de las mujeres de Zinacantán, Chiapas. Se usan también como decoración en los tocados de los danzantes de Oaxaca donde se baila la Danza de la Pluma, o los espectaculares de los "charros" de Tlaxcala, aunque el uso de las plumas en estos adornos tiene un sentido completamente diferente al original. Se preservan pocos ejemplos coloniales de textiles adornados con plumaria, algunos de los más notables son los mantos de San Miguel Zinacantepec, provenientes del Valle de Toluca y que se conservan en el Museo Nacional del Virreinato, uno, y en el Museo de Bellas Artes de Toluca, el otro. Ambos son excelentes ejemplos de un arte que supo adaptarse a los nuevos tiempos. En el Museo Etnográfico y Prehistórico de Roma se encuentra otro manto, el Tlamachayatl, cuyo origen, según dice Irmgard Johnson, es claramente mexicano.
La única prenda completa que se conserva, hasta donde sabemos, es el llamado Huipil de la Malinche, cuya procedencia probablemente sea poblana y fechado hacia los primeros años de la época colonial. Este bien conservado huipil se encuentra en la bodega de Colecciones Etnográficas del Museo Nacional de Antropología. Ostenta una decoración de algodón sobre fondo de plumón. Está formado por tres lienzos tejidos en telar de cintura utilizando franjas alternadas de algodón blanco y coyuchi. Entre los materiales usados están el algodón, la lana y la seda, sus teñidos son en colores azul, rojo, morado, amarillo, verde y café. El plumón fino que se entretejió tiene tonalidades semejantes. Parece ser, según dice Irmgard Jonson (1993:89), que una gran parte de la ornamentación estaba cubierta con plumón policromado. En fechas recientes se encontró un fragmento textil en la ciudad de Puebla, su parecido con el Huipil de la Malinche es notable, este se manifiesta tanto en el uso de las mismas materias primas, en el teñido y en la distribución de los motivos orna- mentales. Por la enorme similitud encontrada entre ambas piezas, podemos suponer que provienen de un mismo lugar y que posiblemente datan de la misma época (Johnson 1993:89).
La Colección del Museo Nacional de Antropología.
El Museo Nacional de Antropología conserva una importante colección de Arte Plumaria, no sabemos a ciencia cierta cómo se inició, ni cuándo. Los primeros registros acerca de la existencia de piezas de este tipo en los acervos se encuentran en un libro de inventario fechado en 1906 y que hace referencia a "Un cuadro con vidriera cubriendo un mosaico de plumas representando al Salvador del Mundo, siglo XVI. Un cuadro con dos mosaicos de pluma, siglo XVII Un cuadro con un mosaico de plumas del siglo XIX y otro cuadro igual al anterior". El cuadro del Salvador del Mundo es, quizá, el que actualmente está en el Museo Nacional del Virreinato, aunque se desconocen la fecha y los motivos por los que éste fue trasladado al otro museo.
Posiblemente uno de estos cuadros es el de la Virgen de la Inmaculada Concepción, mide 19 cm. de largo por 12 de ancho y en él, la Virgen asciende a un plano Superior, con la luna y el mundo a sus pies. La cubre una túnica de plumas blancas, cuyas sombras y movimientos se dan con plumas grises, el contorno del cuello y los puños se delinea con plumaje rojo y el manto que la arropa está hecho de plumas de colibrí. El fondo del cuadro está recubierto con plumas blancas y grises representando nubes y en el segundo plano aparece el paraíso representado por verdes pastos y flores.
Otro cuadro es el Santa Rita de Casia, probablemente procede de la región purépecha y aunque en el registro se le fecha en el siglo XVI, tanto por la técnica de manufactura como por los elementos decorativos debe haber sido realizado en el siglo XVII, está montado sobre lámina de cobre. Presenta a la santa de pié, el hábito se forma con plumas de color oscuro y los pliegues se marcan con papel dorado. Está enmarcado con un diseño floral y cubre el fondo un paisaje. La antigüedad del cuadro de Santa Catalina de Siena no se ha determinado, procede también de la zona purépecha. Es una composición realizada en plumas de diferentes colores entre los que predominan el naranja, café, el amarillo, el verde, el rojo, el rosa y el azul pálido. La figura está delineada con papel dorado y representa a una mujer que lleva en la mano izquierda un libro y en la derecha una espada.
En 1911, en otro de los libros de inventario, se hace mención de la inclusión de dos objetos de la colección, un “Mosaico de plumas de manufactura indígena del siglo XVI, huipil indígena del siglo XVI, procedencia desconocida, elaborado en algodón, bordado en plumas e hilo", que seguramente es el de la Malinche y, finalmente, en un libro sin fecha, aparece la referencia al cuadro más famoso de la colección: "Un cuadro con el escudo de las Armas nacionales, manufactura de pluma de ave", este es el llamado de los "Símbolos Nacionales", acerca de él ya hemos hecho referencia con anterioridad. Aunque no estrictamente con la técnica tradicional de la plumaria, se conservan en el Museo Nacional de Antropología otras piezas como el tapete de pelícano procedente de Desemboque, Sonora y elaborado por los seris. Se usaba para recubrir las camas de los niños y como lienzo para dormir.
En otras épocas, los personajes principales del grupo llegaron a usar vestidos hechos con la piel de estas aves. El tapete o lienzo que se custodia en el Museo está formado por seis pieles de pelícano curtidas conservando todas sus plumas. También hay buenos ejemplos de este arte elaborados en la actualidad por don Gabriel Olay, quien con paciencia y dedicación ha preservado la técnica de la plumaria en todo su esplendor.
Las plumas, dice Teresa de María y Campos (1993:27), fueron en la época prehispánica símbolos de riqueza, fertilidad, poder y belleza, se les llamaba "sombra de los dioses" y quienes las usaban se asociaban a la divinidad. En la mitología nahua, las deidades más importantes se identificaban con las aves más hermosas: Quetzalcóatl era una serpiente recubierta de plumas de quetzal, Huitizilopochtli se relacionaba directamente con huitzili-huitl, el colibrí. Coatlicue. Después de haber sido fecundada mediante un sortilegio por "una pelotilla de pluma como ovillo de hilado", dio a luz a un poderoso dios.
Las plumas se obtenían de los guajolotes, de: los patos y las garzas que habitaban en los lagos que rodeaban el Valle de México o provenían de lejanas regiones como la zona maya de cuyas selvas y bosques llegaban las apreciadas plumas de los quetzales. Muchas de ellas se adquirían en los mercados, dice López de Gómara (1979) que "la cosa más digna de ver es la volatería que viene al mercado, pues, además de que de estas aves comen la carne, visten la pluma y cazan a otras con ellas, son tantas que no tienen número, y de tantas raleas y colores, que no lo sé decir". Las plumas también fueron objetos de tributo, tanto de la materia prima como de productos elaborados. Debido a su enorme valor, estas servían de moneda y de ofrenda para los dioses. Los artesanos de la pluma, llamados amantecas, se tenían en alta estima y ellos las transformaban en prendas de vestir para dignatarios y guerreros.
No es difícil imaginar el asombro de los conquistadores al encontrarse tal riqueza en la indumentaria: mantas decoradas, huipiles bordados, ceñidores, atavíos de los dioses, capas, divisas, rodelas, abanicos y tocados, doncellas decoradas con plumas en la fiesta de Toxcatl y, destacando entre todos estos, los caballeros-águila, vestidos totalmente de pájaros. Con la Conquista los objetos ceremoniales fueron desapareciendo paulatinamente y el arte plumario se adaptó a nuevas formas, una de las innovaciones fue la aparición de mosaicos con temas religiosos, cubrecalices y ornamentos como mitras y casullas que alcanzaron gran fama en toda América. Las principales zonas productoras fueron el Valle de Toluca, la región de Puebla- Tlaxcala y la zona purépecha. Todavía muy avanzado el siglo XVI, las plumas eran objeto de comercio con Europa y Oriente a donde se enviaban para adornar los sombreros, vestidos y cascos militares.
En el siglo XVII aparece la Virgen de Guadalupe como una constante en los cuadros de plumaria. Hacia el siglo XVIII la iconografía del arte plumario se concentró en las imágenes de los fundadores de las órdenes religiosas y santos patronos. En los últimos aLas principales zonas productoras fueron el Valle de Toluca, la región de Puebla.
Las nuevas formas de la indumentaria femenina, como los rebozos, empezaron a adornarse con plumas y persistió su uso en algunas de las prendas tradicionales. Al consumarse la Independencia, los temas cambian, los ímpetus nacionalistas se muestran en cuadros en los que los nuevos símbolos son los protagonistas, el mejor ejemplo es el cuadro de los Símbolos Nacionales, elaborado en 1829, posiblemente en el área de Pátzcuaro por José Rodríguez y que se conserva en el Museo Nacional de Antropología.
En el siglo XIX se hicieron unos delicados cuadros usando litografías recubiertas con plumas montadas sobre lámina, estos representan tipos populares, tres buenos ejemplos de ellas se conservan en una colección particular. En nuestros días, solamente persiste el uso de las plumas en la indumentaria femenina en los huipiles de boda de las mujeres de Zinacantán, Chiapas. Se usan también como decoración en los tocados de los danzantes de Oaxaca donde se baila la Danza de la Pluma, o los espectaculares de los "charros" de Tlaxcala, aunque el uso de las plumas en estos adornos tiene un sentido completamente diferente al original. Se preservan pocos ejemplos coloniales de textiles adornados con plumaria, algunos de los más notables son los mantos de San Miguel Zinacantepec, provenientes del Valle de Toluca y que se conservan en el Museo Nacional del Virreinato, uno, y en el Museo de Bellas Artes de Toluca, el otro. Ambos son excelentes ejemplos de un arte que supo adaptarse a los nuevos tiempos. En el Museo Etnográfico y Prehistórico de Roma se encuentra otro manto, el Tlamachayatl, cuyo origen, según dice Irmgard Johnson, es claramente mexicano.
La única prenda completa que se conserva, hasta donde sabemos, es el llamado Huipil de la Malinche, cuya procedencia probablemente sea poblana y fechado hacia los primeros años de la época colonial. Este bien conservado huipil se encuentra en la bodega de Colecciones Etnográficas del Museo Nacional de Antropología. Ostenta una decoración de algodón sobre fondo de plumón. Está formado por tres lienzos tejidos en telar de cintura utilizando franjas alternadas de algodón blanco y coyuchi. Entre los materiales usados están el algodón, la lana y la seda, sus teñidos son en colores azul, rojo, morado, amarillo, verde y café. El plumón fino que se entretejió tiene tonalidades semejantes. Parece ser, según dice Irmgard Jonson, que una gran parte de la ornamentación estaba cubierta con plumón policromado. En fechas recientes se encontró un fragmento textil en la ciudad de Puebla, su parecido con el Huipil de la Malinche es notable, este se manifiesta tanto en el uso de las mismas materias primas, en el teñido y en la distribución de los motivos orna- mentales. Por la enorme similitud encontrada entre ambas piezas, podemos suponer que provienen de un mismo lugar y que posiblemente datan de la misma época.
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viernes, 6 de mayo de 2011
FRANCISCO VILLA
En el escenario de la Revolución Mexicana, Francisco Villa resulta uno de los personajes más importantes y polémicos. Su personalidad ha sido tema inspirador de novelas, obras de teatro, películas e infinidad de corridos y canciones. Aquí te presentamos su biografía.
Por: Margarita Sep
Nacido en Durango en 1878, desde muy joven se vio obligado a huir a la sierra, perseguido por la justicia. Hay varias versiones en cuanto a los motivos que tuvo para ocultarse y cambiar su nombre original, el de Doroteo Arango, por el de Francisco Villa. Algunos de sus biógrafos lo atribuyen al hecho de haber dado muerte a un hombre para vengar el honor de su hermana; otros, al de haber herido de un balazo al dueño de la hacienda de Gogojito, en donde trabajaba como aparcero, pero en lo que todos coinciden es en que desde entonces hasta su incorporación al movimiento de la Revolución en 1910 para apoyar a Madero, anduvo como forajido en las montañas de Durango, viviendo del fruto de sus asaltos y del robo de ganado. Según el mismo Francisco Villa en sus memorias, procuraba robar a los ricos, y en algunas ocasiones repartía lo obtenido entre los pobres.
Tras el asesinato de Madero en 1913, Francisco Villa se unió a Venustiano Carranza con el objetivo de derrocar al usurpador de la presidencia, Victoriano Huerta. Por su audacia y valor, los jefes revolucionarios de Chihuahua, Coahuila y Durango lo nombraron general en jefe de la famosa División del Norte, que avanzó incontenible hacia el centro del país hasta llegar a la capital para derrocar a Huerta.
Pacificado el país, no tardaron en surgir múltiples desavenencias entre el poderoso grupo de sonorenses encabezado por Carranza y el “Centauro del Norte”, como se le conocía a Francisco Villa, por lo que nuevamente éste se levantó en armas, desconociendo al gobierno constitucionalista de Carranza y proclamando el suyo propio.
Francisco Villa buscó entonces el apoyo de los Estados Unidos, pero al no obtenerlo invadió la fronteriza población de Columbus, donde cometió una serie de desmanes, provocando con ello la persecución por parte del ejército norteamericano, aunque nunca lo pudieron atrapar.
A la muerte de Carranza, amnistiado por el presidente Adolfo de la Huerta, Francisco Villa se retiró pacíficamente a la hacienda de Canutillo, en Durango, que el gobierno le donó para compensar sus servicios a la Revolución.
El 20 de julio de 1923 el popular caudillo, calificado simultáneamente como héroe y como villano, fue víctima de una celada. Viajando en automóvil en compañía de sus lugartenientes hacia Parral, Chihuahua, Francisco Villa fue asesinado en una emboscada que le tendieron algunos de los múltiples enemigos que este personaje cosechó a lo largo de su azarosa vida.
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miércoles, 4 de mayo de 2011
PLAZA HIDALGO-COYOACÁN
Describir el atractivo, populoso y colonial barrio de Coyoacán, el lugar más festivo y jovial de la Ciudad de México, no es tarea fácil. Su apacible, poética e inspiradora apariencia durante el transcurso de la semana, hace contraste con el abigarrado ambiente de sábados, domingos y días festivos en su plaza Hidalgo y Centenario.
Al caminar por el antiguo atrio y camposanto del tempo de San Juan Bautista encontramos al frente una sencilla cruz atrial; a la izquierda una gran estatura del cura Miguel Hidalgo, y en su parte posterior la interesante escultura labrada sobre un tronco de árbol llamadaLa Familiade Antonio Álvarez Portugal y Josué. A un lado está el quiosco, siempre rodeado de palomas.
Al cruzar la calle de Carrillo Puerto, que divide el atrio en dos, se encuentra la bullente fuente de Los Coyotes. La plaza está flanqueada al norte por el edificio que alberga la sede delegacional del Distrito Federal(mal llamado Palacio de Cortés, ya que es posterior a la época colonial y nunca vivió allí el conquistador); al sur, por la imponente construcción del templo de San Juan Bautista; al poniente, por los restos de su portada atrial en piedra labrada, justo enfrente de la calle de Francisco Sosa, donde en medio de gran profusión de postes se esconde la interesante fachada de la casa de Diego de Ordaz.
Miles de paseantes provenientes de todos los rumbos de la ciudad, ávidos de distracción, se reúnen los fines de semana en esta gran plaza para gozar de su sano ambiente. Para reír con Moi, Ramón, Pedro y Gabo, bromistas y atrevidos mimos; para jugar con el simpático Miko; o para aclarar dudas amorosas con “El Pollo”, hábil y meloso quiromántico que compite con “Chispita” y “Estrellita”, amaestrados pajaritos, lejanos parientes de elegantes canarios.
También puede ocurrir que nos encontremos con las mecánicas estatuas vivientes; que decidamos escuchar a los narradores orales de la pequeña plaza de Santa Catarina, o simplemente visitar el Mundo Subacuático, y a través de él sumergirnos en lejanos mares y admirar su colorida fauna.
Nutrida concurrencia hace una rueda para ver y escuchar a los folclóricos y ruidosos grupos que interpretan la vernácula, típica y evocadora música mexicana; la rítmica y aflautada sudamericana; el chispeante y sincopado jazz; los atronadores y emplumados danzantes indígenas; además de los sonoros conciertos que diferentes bandas musicales entonan desde el quiosco. Como lejano fondo a este heterogéneo concierto musical, resuena constante el nostálgico y desafinado organillo callejero, destinado a desaparecer.
Mientras el espacio mágico se inunda de agradables ecos, los complacientes padres de familia recorren con tranquilidad el jardín, quienes urgidos por sus pequeños hijos, adquieren los volátiles y multicolores globos, los giradores y mareados rehiletes, el líquido para fabricar iridiscentes burbujas, o los variados atractivos y nostálgicos juguetes de madera y hoja de lata.
En estos jardines de Coyoacán también podemos adquirir artesanías; comprar los abalorios de chaquira y las muñequitas de trapo que confeccionan diestras manos indígenas; encontrar, en la librería de la plaza, el libro o el disco más reciente, y observar la asombrosa habilidad de los pintores del spray. Junto a la capilla abierta del antiguo templo dominico-franciscano, se exhiben algunas vistosas pinturas, paisajes que oscilan entre arte y artesanía.
A muchos visitantes no les molesta formar una fila con tal de poder saborear las deliciosas nieves y helados o las refrescantes aguas -hechas de jugosas frutas de la estación- que se expenden en las cada vez más numerosas neverías. Algunos prefieren comprar el caldocito esquite y los quemados elotes asados o cocidos, aderezados con crema, mayonesa, jugo de limón, queso rallado, chile en polvo y sal. A otros les gustan más las tradicionales gorditas de la Villa, envueltas en colorido papel de china, Las sabrosas alegrías, aglutinadas con miel de abeja y asperjadas con nueces y pasitas; las obleas de harina, con el exquisito sabor que les da miel y las pepitas de calabaza, o los ligeros, multicolores y cada más pequeños algodones de azúcar.
En Coyoacán hay varios restaurantes y cafeterías para todos los gustos. Unos son medio callejeros, otros se encuentran en antiguas construcciones que han sido remodeladas para tal fin, como el conocido restaurante situado en el lugar que ocupó hace muchos años el histórico cine Centenario. La mayoría de estos sitios son bastante concurridos por intelectuales, turistas nacionales y extranjeros, y por los capitalinos.
Abundan las taquerías y torterías, donde se sirven sabrosas y delgadas flautas, gordas tortas compuestas, pambazos enchilados y refrescante tepache. Rebulle, al atardecer, en el arranque de la calle de la Higuera, el mercadito de fritangas con su gran variedad de quesadillas —que no son sólo de queso—, sopes, tostadas, pozoles y tamales; son de admirar los humanoides o animalescoshot cakesque Rogelio diseña artísticamente al gusto del comensal.
Para aquellos que prefieren tomar un trago y cultivar la amistad, qué mejor que visitar la famosa cantina ubicada en agradable vecindad. Ruidosa, siempre rebosante de parroquianos, donde el Chido -chirriante y anecdótico bolero- hace malabares con las copas para ganarse un merecido trago. En este lugar se dice y se asegura que: “En Coyoacán, todos los Coyotes somos Guadalupanos”.
En esta zona sur de la Ciudad de México existen diferentes centros culturales donde se puede escuchar música, disfrutar de una exposición de arte, ver obras de teatro o asistir a talleres literarios. Entre los más conocidos se encuentran el Foro Coyoacanense, la Casa de la Cultura Reyes Heroles, el Centro Cultural Italiano, el Museo de Culturas Populares, el Museo de las Intervenciones, el Museo de la Acuarela, el Museo Frida Kahlo, Anahuacalli y el Museo León Trotsky. El Centro de Arte Dramático (cadac), la Escuela de Música, Danza y Pintura “Los Talleres”. El teatro Santa Catarina, el foro de la Conchita, el teatro Coyoacán, el teatro Usigli y la Casa de la Cultura de Veracruz.
El extenso parque conocido como Los Viveros es uno de los más atractivos pulmones de la ciudad donde se pueden adquirir todo tipo de árboles, plantas y flores, realizar diferentes actividades deportivas, practicar yoga o pases taurinos, meditar, respirar aire puro y contemplar la naturaleza cuando se recorren sus numerosas y arboladas avenidas.
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domingo, 1 de mayo de 2011
EL CHILE
El chile es lo que nos define, aunque no de un modo exclusivo, frente a otras dietas y cocinas del mundo. Conoce más sobre este condimento de simbología popular, nutrimental y hasta cultural.
En cuanto a las salsas... Un recuento del Museo Nacional de Culturas Populares consigna más de cuarenta, preparadas únicamente con chiles de fácil adquisición en el mercado. Nada más con el chile serrano pueden hacerse nueve salsas distintas: cruda, cocida, frita, asada, verde, roja, "mexicana" etc., según la enumeración hecha por ese omnívoro historiador de las comidas que es José N. lturriaga; añadiríaamos las variaciones que se pueden lograr si a cada una de ellas se le añade o no ajo, o cebolla, o cilantro, según.
El chile en México
Por otra parte, el chile en México ha llegado a ser casi un símbolo patrio. Los mexicanos no sólo lo emplean en la mayoría de los platillos que consumen, sino que se identifican vital, ontológicamente con él. Ciertas características del chile, como su ardor, su bravura y su sabor, se tienen entre las virtudes más respetadas de lo que muchos consideran los atributos esenciales de la virilidad, y para quienes "Ser hombres" exige saber ser como el chile: picantes, pero sabrosos.
En varios sitios de México, a los niños se les enseña a comer chile, para que “se enseñen a ser hombrecitos". Y aunque le pique, se aguanta. "Ponerse una buena enchilada" es síntoma no solamente de que uno ya es grande, sino de que ha aprendido a comer.
El chile en la gastronomía mexicana
En nuestro país existen más de 40 variedades de chiles. La diversidad y la riqueza de los platillos preparados con este producto es, por ello, impresionante. Desde los típicos y consistentes moles de Puebla, Oaxaca y Yucatán, para hablar sólo de los más conocidos, hasta las refinadas salsas y adobos del Estado de México, Guadalajara o San Luis Potosí, la variedad de gustos, sabores e ingredientes que en las cocinas del país se emplean en conjunción con los diferentes chiles ha permitido el desarrollo de una gastronomía característica, sensual e incitante, de un gusto peculiar y sugerente, que no obstante las transformaciones y las influencias, conserva una tónica particular, debida, justamente, a la variedad de formas y maneras en que en México se consume el chile.
Usos industriales
Adicionalmente sus usos industriales son cada vez mayores. El chile rojo en polvo, rico en capsantina (ingrediente que determina la cantidad de pigmento en un chile), se emplea en la avicultura como alimento para las gallinas, con objeto de obtener una intensa coloración amarilla, muy apreciada, tanto en las yemas de los huevos como en la piel de los pollos.
De los chiles deshidratados a su vez se extrae una sustancia llamada oleorresina que se utiliza en la preparación de carnes frías y embutidos; como componente de pinturas marinas; como repelente en la agricultura y la ganadería menor contra mamíferos depredadores; en la industria tabacalera, para mejorar el sabor de ciertas mezclas de tabaco; en la industria farmacéutica, como estimulante; en la cosmética, para producir pigmentos colorantes para lápices labiales y polvos faciales; en la fabricación de aerosoles defensivos; y, en fin, hasta en la industria militar, donde se emplea en la fabricación del llamado pepper-gas, que obliga a los soldados -qué tan picante será- a quitarse las máscaras. De cualquier forma, como símbolo patrio, albur, nutriente, ingrediente o herramienta, el chile no deja de ser un elemento esencial dentro de la cultura mexicana.
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