"INTENTO RECOPILAR LOS LUGARES DEL MÉXICO EN QUE VIVIERON LOS ABUELOS Y DONDE NACIERON TODOS SUS HIJOS. UN PEQUEÑO HOMENAJE, A AQUÉL GÜAJE QUE EMBARCO CON TAN SOLO CATORCE AÑOS"
miércoles, 25 de mayo de 2011
EL MUEBLE PREHISPÁNICO
El petate.
En el mobiliario prehispánico destacaban las esteras o petates, (petatl, o alaucapetatl -en lengua náhuatl-), elaborados de hojas y fibras diversas. Según el clima y, como lo vimos anteriormente, según el estrato social, el petate tuvo diferentes formas: en la casa del pueblo sirvió como lecho, mesa, asiento, muro o puerta y en ocasiones hasta de mortaja, todo esto en un sencillo tejido de tule (material que abunda en las zonas lacustres), a diferencia de los petates que usaba la clase gobernante y sacerdotal, hechos de finas palmas silvestres (como el icxotl o ixhuatl) y cubiertos con mantas delgadas, gruesas y en algunos casos entretejidas con plumas. En los petates se llevaba a cabo el matrimonio religioso y físico y alrededor de él giraban las horas gratas de alimentación y descanso.
La hamaca.
En algunas regiones cálidas la estera fue sustituida por la hamaca como una forma de mitigar el calor. Los mayas adoptaron la hamaca que sirvió entonces, y hasta la fecha, para descansar y dormir. Aunque su origen es incierto, toda vez que hay quien afirma que los españoles la trajeron de Haití, lo que sí se puede afirmar es que en la Península de Yucatán se tejieron hamacas de un agave llamado sisalan (en maya yaxkí), siendo hasta el siglo XIX cuando se hicieron de henequén, agave que se convirtió en un símbolo de la cultura peninsular. Posteriormente se tejieron de curricán, fibra al parecer de marca inglesa, que se usó por más de un siglo. Por otro lado, la gente acaudalada prefería las hamacas de fibras más suaves como la sansibiera o inclusive las tejidas en crochet y sedalina. Actualmente, al igual que el petate, la hamaca es usada tanto por los grupos sociales que la consideran esencial en su forma de vida, como por quienes la tienen de manera complementaria o suntuaria.
El equipal.
En algunos casos los asientos se reducían a un simple madero, aunque fue común el uso de pequeñas esteras llamadas “asentaderas” donde se descansaba, se conversaba o se ejecutaban labores de trabajo. Otros materiales que complementaron los muebles prehispánicos de madera, fueron las pieles de animales como el jaguar, el coyote, el lobo y el venado, que eran usadas para forrar asientos, algunos de forma simple y otros imitando la figura de animalillos, con cabeza y cola que servían de asideros.
El icpalli es el asiento de origen precolombino más famosos hasta nuestros días, y es conocido como equipal desde la llegada de los españoles. Por la información que se tiene de los antiguos códices mexicanos que dan cuenta, entre otros temas, de la forma de vida de las sociedades prehispánicas, se tenían diferentes tipos de equipal, al igual que las esteras, según el estrato social o la condición divina de su mundo religioso. El asiento de mayor jerarquía era el xicalico-liuhqui, destinado a los dioses, que era representado en forma piramidal, sin brazos, con un pequeño respaldo inclinado y con las patas formadas por dos volutas de jícara, que son comunes en la decoración de los templos prehispánicos. El teoicpalli (de téotl, dios), destinado también a sus deidades, se elaboraba de madera con incrustaciones de metal, de obsidiana o chalchihuite.
Otros equipales identificados son el teotzoicpalli (de tepótzol, joroba espinoza e icpalli, asentadero) que estaba destinado para los tlahtoanis o reyes. Sobre éstos, Fray Bernardino de Sahagún describía: “Usaban los señores de unos asientos hechos de juncias y de cañas, con sus espaldares, que llaman teptzoicpalli, que también los usan ahora. Pero en tiempos pasados para demostración de su majestad y gravedad, forrábanlos con pellejos de animales fieros, como son los tigres y leones, y onzas y gatos cervales, y osos también de ciervos, adobado el cuero.” El tolicpalli (de tollín, tule) era para los señores acaudalados, también descritos por Sahagún: son “asentamientos de ruelos pequeños o cuadrados y del alto de una mano con su pulgada o un palmo que llaman tolicpalli; los forraban con estos mismos pellejos dichos, para asentamientos de los señores. Igualmente los usaban por estrados, sobre que estaban los asentamientos de los mismos pellejos ya dichos tendidos…”
Algunos asientos más de uso generalizado eran: los xiuicpallis (de xiuitl, hierba), hechos de un manojo de hierbas sujetas con un cordel; el zacaicpalli (de zacate), que era un atado de esta fibra; y el cuauhxiuicpalli (de cuauhitl, árbol, y xiu, hierba) que se hacía con un haz de varas.
Fuente uv.mx
Muy curioso, es todo un universo.
ResponderEliminarAnonimo. Al final de las entradas del blog, siempre pongo el enlace de donde está sacado el artículo. Me hubiese gustado saber tu nombre para poder dirigirme a ti. Un saludo
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