Uno de los recuerdos, que mi padre siempre mantuvo vivo...
Las hileras de puestos instalados en la Alameda para la venta de "piñatas", ollas vestidas con papeles de colores, semejando personas, animales y un sin fin de caprichosas figuras. Todo era movimiento y bullicio...
Desde hace 400 años la Alameda central ha sido, es y seguirá siendo parte del paisaje urbano de la Ciudad de México. La fundación tuvo en un principio orígenes humildes, cuando el trazado de la ciudad que albergaría estaba recientemente definida, pero el Virrey Don Luis de Velasco comprendió la importancia de dar a los pobladores de la capital de la Nueva España un lugar que al mismo tiempo fuera para "salida y recreación de los vecinos”.
La petición del Marqués de Salinas realizada a principios de 15921 , fijó el lugar para el emplazamiento, mismo que con algunas modificaciones aún conserva, un cuadrado dentro de lo que era la plaza o Tianguis de San Hipólito, al sur de la Calzada de Tacuba y enfrente de la iglesia y hospital de la Cofradía de la Santa Veracruz. Tiempo después, a esta primera traza se agregaría una ampliación sobre el sitio donde estaba el Quemadero de la Santa Inquisición, dilatándose sobre las plazuelas de Santa Isabel y San Diego. Para lograr el efecto de parque se mandaron sembrar olmos blanco y negros, traídos de la villa de Coyoacán, y para completar este plan original, el sevillano Francisco de Avis diseño los jardines y se construyó una pila de cantera labrada que lucía como remate una esfera de bronce. La Alameda estaba circundada por una ancha Acequia que sirvió para evitar el paso de los visitantes indeseables, ya se tratara de personas o animales, en sus inicios la entrada se realizaba por una sola puerta, al oriente, donde se encontraba la plaza de Santa Isabel.
hacia 1625 el fraile inglés Tomas Gage hace una descripción donde señala que "Los galanes de la ciudad se van a divertir todos los días, sobre las cuatro de la tarde, unos a caballo y otros en coche, a un paseo delicioso que llaman La Alameda, donde hay muchas calles de árboles que no penetran los rayos del sol. Se ven ordinariamente cerca de dos mil coches con Hidalgos, damas y de gente rica. Los Hidalgos llevan una docena de esclavos africanos y otros con un séquito menos, pero todos los llevan con librea muy costosa, y van cubiertos de randas, flecos, trenzas y moños de seda, rosas en los zapatos, y con el inseparable Espada al lado. Las señoras van también seguidas de sus lindas esclavas que andan al lado de la carroza tan espléndidamente ataviadas como acabamos de decir, cuyas caras, en medio de tan ricos vestidos y de sus mantillas blancas, parecen como dice el refrán español:"moscas en leche". Es el siglo en que se dan grandes cambios en la Ciudad .
Siguiendo los preceptos clásicos, en 1770 el Virrey Carlos Francisco de Croix impulsó la transformación de la vieja alameda, dándole un mayor tamaño al extenderla sobre las plazuelas de Santa Isabel y San Diego, se le agregan fuentes y plazoletas, así como rotondas menores. El proyecto le fue encargado al capitán de infantería de Flandes Alejandro Dancourt quien no pudo terminarla, para que finalmente bajo la administración de Antonio María de Bucareli y Ursúa se diera por terminada. La forma y diseño son los que conocemos en la actualidad. La descripción del poblano Juan de Viera se detiene en los detalles que adornan la fuente central, pero gracias al testimonio gráfico de José María de Labastida y a otras pinturas se puede establecer con bastante exactitud el aspecto de La Alameda:su forma rectangular, las puertas de mampostería, las glorietas y rotondas circulares, la pequeña Acequia que la rodea, las blancas, cuatro fuentes con esculturas de personajes mitológicos y la central que representa a Glauco. Hacia fines del Siglo XVIII, La Alameda comparte honores con el Bosque de Chapultepec y el paseo Bucareli, que son también lugares muy concurridos y visitados por numerosos paseantes.
Poco a poco los aspectos de la modernidad van ganando espacios, los logros de la ciencia y la técnica, tan en boga en las ciudades europeas, impregnan a gobernantes y ciudadanos; por consiguiente, la Alameda es objeto de cambios en su iluminación, para finales de la centuria ya es eléctrica, riego, sustitución de árboles, demolición de antiguas bancas para sustituirlas por otras de hierro fundido al estilo Eiffel, las fuentes del Siglo XVIII fueron cambiadas y se agregaron otras, algunas de las cuales permanecen actualmente con el agregado de las esculturas que las identifican bajo el formato de los dioses romanos como Neptuno o Mercurio, además de Venus y las náyades. También el entorno se va modificando con la demolición del acueducto de Santa Fe, iniciado en el año de 1852, la apertura del Paseo de la Reforma.
Fue evidente que durante el Siglo XIX, sobre todo después de la segunda mitad, la sociedad mexicana se va abriendo a nuevas costumbres y usos, aspecto que se reflejó en una mayor presencia femenina en los paseos y una pronunciada necesidad de esparcimiento. En la Alameda se llevaron a cabo, partir de 1842, los festejos de las principales fiestas cívicas y a medida que se acercaba el fin de siglo fue también más heterogéneo el tipo de diversiones y eventos sociales que tuvieron lugar en los jardines, tal como lo imprimieron en sus páginas los periódicos de la época como El Mundo Ilustrado.
Kioscos construcciones provisionales de madera y tela, instalaciones de circos o de juegos para niños, teatro, conciertos de música, venta de juguetes y comida por los llamados ambulantes son algunos de los elementos pintorescos.
(WIKIPEDIA)
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