lunes, 28 de mayo de 2012

ARTE POPULAR MEXICANO LA CERERÍA


El uso de la cera en el arte popular mexicano se remonta a la época colonial, si bien hay constancia de que en las culturas mesoamericanas se usó como material en la técnica de joyería denominada “cera perdida”. Probablemente el antecedente más antiguo de artículos de cera, se encuentre durante el Virreinato, con la llegada de los medallones religiosos de cera blanca conocidos como del Agnus Dei, que tuvieron su origen en Italia desde el siglo IV, y de los cuales, debido a su fragilidad, sólo algunos se conservan en colecciones particulares y en museos.
 Las diferentes artes elaboradas en cera, tuvieron sus inicios en los conventos, donde las monjas se ocupaban de hacer diversas figuras: santos, ángeles, ramilletes de flores y lazos para las coronas de las novicias. En 1670 se fundó en Querétaro el Colegio de Santa Rosa de Viterbo en donde se inició la confección de Niños Jesús y otros santos en cera. Posteriormente, en las ciudades de México, Puebla, Guanajuato, Aguascalientes y Pátzcuaro, se encontraron evidencias de la escultura en cera durante ese periodo.

La confección de candelas adornadas para venerar a santos y vírgenes, se inició también durante el virreinato y llegó a tener tanta importancia que se conformó el gremio de los artesanos cereros. La producción se diversificó pues además se elaboraban frutas, juguetes y figuras humanas que no tenían un contexto religioso. En el siglo XIX proliferaron otros motivos de escultura en cera, destacando los retratos en bulto de aristócratas de la época, los medallones con retratos de personajes religiosos y militares, entre los que destaca el trabajo de los artistas José Francisco Rodríguez y José María Legazpi, así como los tipos populares y escenas cotidianas del artista Andrés García, de cuyos ejemplos se nutren diversas colecciones privadas y museos.

 Actualmente las velas escamadas o cubiertas de flores, sirven como exvoto o presente al santo patrono en las comunidades. La técnica consiste en poner sobre un cirio un armazón de alambre forrado con papel crepé o metálico, al que se la van agregando las flores, hojas y demás adornos de cera, que previamente se han sacado de los moldes, generalmente de madera. Las más famosas velas escamadas son las de Salamanca, Villagrán, Cortázar y Romita, ciudades del Bajío en Guanajuato. En Santa María del Río, San Luis Potosí, durante el mes de agosto, con motivo de las fiestas de la Virgen de la Asunción, patrona del pueblo, se elaboran ofrendas de flores escamadas en dos variantes: la “cera de mano”, que es una sola vela, y la “cera de bandeja”, composición que se lleva en andas o tableros especiales para la imagen religiosa.

&;El 2 de febrero, con motivo de las fiestas de La Candelaria, se celebra otra de las fiestas religiosas en donde las velas escamadas y los adornos en cera para el “Niño Dios” se dejan ver en prácticamente todo el país, destacando los trabajos que se hacen en Xochimilco y Coyoacán, en la ciudad de México, y en Tlacotalpan, Veracruz. Otra importante producción se alcanza en los estados de México y Michoacán durante todo el año pero especialmente en la víspera del jueves de Corpus. La elaboración de figuras tanto de tipos populares como para los Nacimientos se producen principalmente en la región del Bajío en el estado de Guanajuato. En la ciudad de Salamanca existe una tradición tan arraigada que puede considerarse como el lugar más importante de la república en esta especialidad sin dejar de reconocer el excelente trabajo que se hace en otras ciudades como Celaya, Apaseo y Guanajuato, en el mismo estado, así como en Pátzcuaro y Morelia, en el estado de Michoacán. Algunas de las familias conservan antiguos moldes de yeso, metal o barro. Caras, pies y manos requieren de un especial cuidado, pero no son menos importantes las texturas y calidades de los animales, borregos, caballos, camellos elefantes y toda la fauna asociada a los pasajes bíblicos. En ocasiones se utilizan algunas armazones de alambre, en otras las aplicaciones textiles con trozos de telas finas y adornos de pasamanería dorada. Finalmente cabe mencionar dos trabajos de gran tradición: el de las muñecas con cabeza, manos y pies de cera, y cuerpo de tela rellena con las extremidades articuladas, que se elaboran en la ciudad de Puebla. El otro es el de las máscaras de cera que se elaboran para algunas danzas populares como la de los “Jardineros” en San Bartolo Coyotepec, Oaxaca, que se moldean en tela y se recubren con cera para ser decoradas con imágenes de barbados personajes de perfil europeo.

Fuente visitada.
popularte/esp

miércoles, 23 de mayo de 2012

EL VIRREINATO


En 1527, se constituyó la Real Audiencia de México y en 1535, un Virreinato, cuando llegó el primer Virrey de la Nueva España, Antonio de Mendoza. El estilo de vida impuesto por los sucesivos virreyes era ostentoso; se hacían grandes fiestas para conmemorar hechos de importancia o simplemente por gusto, se construían casas señoriales, como las del marqués del Valle, se imprimían libros, se levantaban iglesias imponentes... El siglo XVI se caracteriza por la ambición y el derroche, que provocaba continuas conspiraciones en la clase dirigente y que culminaban con hechos sangrientos, como el de 1566, que costó la vida a Alonso de Ávila, cuya cabeza fue cortada y exhibida, y su casa, construida sobre el antiguo Templo Mayor de los indios, destruida hasta los cimientos.

 El paseo colonial de la Alameda era escenario de juicios públicos que resultaban fascinantes a la población. En estos años, el agua que consumía la ciudad debía ser traída de Chapultepec y más tarde de Santa Fe, a 20 km., cuando paradójicamente era asediada por las inundaciones. En 1629, lluvias abundantes provocaron una gran inundación que para 1635 se calcula que provocó la muerte a 30.000 indígenas, sea por hambre, por enfermedad o por tristeza.
La ciudad quedó sumida en la pobreza y muchos se fueron hacia el norte. En 1645, la ciudad retomó su reconstrucción con un nuevo empuje. Se prosiguieron y finalizaron construcciones en las iglesias, como la cúpula del convento de la Concepción y la Catedral. Se restablecieron las clases en la Universidad, el teatro, el trabajo de los herreros y comerciantes establecidos en la Plaza Mayor y los puestos de hierbas y frutas de los indios.

El Palacio Real era hogar de virreyes y hasta de algunas autoridades eclesiásticas. La ciudad se dividía en barrios y parroquias, bien diferenciados aquellos de los españoles y criollos con los de los indios, al igual que las escuelas y hospitales. La vida de la ciudad orientada a la religión dio origen a la construcción de enormes conventos, entre los que destacan el de San Francisco, enorme y complejo, el de Santo Domingo y el de la Concepción. Hacia finales del siglo, fue la sequía que azotó a la ciudad y provocó escasez de alimentos que en 1692 dio lugar a un motín en el que se incendió el Palacio virreinal. Ya en el siglo XVIII, nuevos impulsos reconstructivos dieron lugar a construcciones que abandonaron la sencillez de siglos anteriores. Lo que hoy conocemos como Centro Histórico tomó su aspecto actual e iglesias y palacios adoptaron estilos más recargados, mezclas de ideas europeas con arte indígena.
Son ejemplos de ello el templo del convento de San Francisco, de 1716, y el lujoso templo de Santo Domingo, de 1736. La ciudad crecía, el aumento de la población aumentaba también la miseria y en la mezcla de clases los más pudientes buscaban destacarse consiguiendo cargos públicos, comprando títulos de nobleza y construyendo casas suntuosas, como la "Casa de los Azulejos", de los marqueses del Valle, el Palacio de los Condes de Santiago o la gigantesca casa de don José de la Borda. Durante el gobierno del virrey marqués de Casa Fuerte se construyó la Casa de la Moneda, junto al Palacio Virreinal, se edificó la Aduana y se amplió la Alameda. En las calles, el aumento de carruajes provocaba la acumulación de excrementos y suciedad de todo tipo y el ambiente social declinaba lamentablemente, con la proliferación de los juegos de azar incluso hasta en casa de algunos eclesiásticos y la vida no muy santa en ciertos conventos.
Las lujosas construcciones contrastaban enormemente con la pobreza y mendicidad, sobre todo de los indígenas, en las calles. Hacia la segunda mitad del siglo XVIII, la llegada de Carlos III a la corona de España impuso cambios a la capital virreinal. Estos cambios tendían a mejorar la salubridad de las calles, a una economía en la construcción y un saneamiento impositivo, acompañados de un desarrollo de la industria, que provocó el surgimiento de barrios periféricos en torno a las fábricas. Bajo el gobierno del virrey Vicente Güemez Pacheco y Padilla, la ciudad se dotó de alumbrado público, el Palacio Real dejó de ser un mercado y se prohibió la presencia de animales de corral en las calles.

El comercio ambulante se confinó a los mercados de Volador y del Factor. Estas modificaciones dieron como resultado el descubrimiento de la Piedra del Sol, en 1791. El orden imperaba en la ciudad, con su trazado cuadricular, y en esta época se la comenzó a llamar "Ciudad de los Palacios". La ciudad de México contaba con 130.000 habitantes y las diferencias entre ricos y pobres eran cada vez más acentuadas. El descontento general no tardó en tomar forma de guerrilla en el interior del país.

 Fuente visitada. mundocity.com

domingo, 20 de mayo de 2012

DANZA DE LOS GUAGUAS O HUAHUAS



También se le conoce cono Danza de los t’arche uarakua. Deriva de los rituales que antiguamente se dedicaban a Huehuetéotl, Dios Viejo, Dios del Fuego y del Año. La más conocida de las versiones es la Danza de los Viejitos de los tarascos o purépechas de Michoacán.

Se baila el día de Navidad, el 26 de diciembre, el día de Año Nuevo, el día de la Epifanía y el de la Candelaria. Se ejecuta con un fino sentido de humor: los danzantes realizan movimientos de viejos achacosos y encorvados que se transforman de pronto, en seres ágiles y vigorosos, contrastando con ataques de tos, temblores que provocan caídas y graciosos intentos de sus compañeros por revivir al accidentado. Por lo general, los danzantes consideran al Niño Dios el patrón de los viejos. Se dice que al nacer Cristo, de todas partes del mundo llegaron fieles a adorarlo con ricos regalos; como los viejos del lugar no tenían nada que darle, le ofrecieron la riqueza de su larga vida expresada en una danza.

Cuando el Niño Dios los vio, complacido les dedicó una sonrisa. Una de las mujeres presentes, conmovida por la sonrisa del Niño Dios, se lanzó a bailar y desde entonces, les acompaña la Mariguía o Maringuilla.

Los viejitos van ataviados como los campesinos de esa zona, con camisa de manta blanca y calzones con la parte baja finamente bordada, llevan máscaras de pasta de caña de maíz, madera o barro, con facciones sonrientes de ancianos desdentados, pero con el color sonrosado de la juventud. Son por lo general de rostros dulces y tiernos y con apariencia de “gente decente y humilde”.

Una pareja enmascarada guía el baile. Ellos son el abuelo, Varepiti, y la Maringuilla o Maringuía, representada por un hombre vestido como mujer. Bailan entre dos filas huehues o ancianos. También los acompaña un grupo de payasos, conocidos como los feos. La Maringuilla da pasos muy cortos y muestra un cinto tejido a mano. Los feos imitan la danza y pronto cambian a bailes de estilo moderno; se burlan todo el tiempo de los viejos y los imitan burdamente.

Los feos visten harapos que contrastan con la ropa espléndida de los viejos. Además; los viejos son decorosos mientras que los feos son extravagantes, los primeros son reverentes y los otros, blasfemos. A los payasos también los acompañan el Abuelo Feo o T’arapiti feo, y la mujer de los feos. El comportamiento de esta pareja presuntuosa contrasta con el de los viejos. Éstos nunca le prestan atención a los espectadores, mientras que el grupo de los feos responde con ingenio a la presencia del público e interactúa continuamente con él. Generalmente, el acompañamiento musical es de instrumentos de cuerda, en particular violines.


Fuente visitada. popularte/es           

domingo, 13 de mayo de 2012

PUERTO DE VERACRUZ

Fundada por Hernán Cortés el viernes santo de 1519. La antigua Vera Cruz, que estaba a seis leguas de distancia, contaba con una rada peligrosa. El canal situado entre San Juan de Ulúa y la costa sirvió de puerto, desde donde las mercancías eran trasladadas a la ciudad en embarcaciones pequeñas. A causa de las expediciones corsarias inglesas (Hawkins, Drake 1567-1568), se empezó a construir un fuerte en la isla de San Juan, que no se terminó hasta el siglo XVII debido a los ataques neerlandeses (Graff, Cornelius Jon, Van Horn): hacia 1690 era un paralelogramo fortificado convertido luego en auténtico castillo y ampliado en sus obras de defensa exterior en el siglo XvIII. La ciudad se levantaba en una playa malsana, lo que hacía que sus habitantes (comerciantes, oficiales y asentistas) viviesen en ella sólo durante la época de la llegada de flota, mientras el resto del año residían en Jalapa, centro de la feria más importante de la zona.

Hacia 1568 sólo habitaban en la ciudad unos 400 españoles, el puerto fue adquiriendo importancia a medida que la producción de metales del virreinato fue aumentando, así como el consumo interior de mercancías procedentes de Europa. Antes de 1554, no era frecuente que llegasen a él bajeles armados: el oro y la plata eran enviados en barcos pequeños a La Habana y de allí a España; a partir de aquel año, dos navíos de convoy acompañaban siempre a los buques mercantes a Veracruz a recoger el tesoro real. A partir de 1564, hubo una flota anual para Nueva España; los años en que ésta no llegaba se despachaban para Veracruz los navíos de mercurio (2.000-2.500 quintales de metal) para las minas del interior. El asiento de 1627, según Veitia Linaje, otorgaba a los asentistas 6 flotas para Nueva España, protegidos cada una por una capitana y una almirante, con dos pataches y 520 soldados; hacia 1660, los comerciantes de Nueva España adelantaban a la corona 200.000 ducados (en 1667, 90.000 directos y el resto sobre los géneros importados a Veracruz) por mitad de aquel adelanto se efectuara sobre importaciones. Hacia el interior, el tráfico Veracruz-México se llevaba a cabo por medio de unas 50.000 mulas conducidas por 7.500 arrieros.
exención de avería, derechos de aduana y otros gravámenes: da medida de la importancia de su tráfico que la La ciudad se convirtió en sede de una incipiente burguesía ligada al comercio y las actividades marítimas a lo largo del s.XVIII: con el librecambio de 1778, Veracruz sustituyó a México como centro comercial y acentuó su hegemonía económica.

Fuente visitada. mgar.net/exp/acapulco

lunes, 7 de mayo de 2012

UTENSILIOS DE LA COCINA MEXICANA


COMAL Disco de barro cocido de hasta 50 centímetros de diámetro, se coloca sobre el fuego o calor de las brasas sin tocarlas, se sostiene por piedras dispuestas como un sostén de tres patas. El comal se usa para cocer las tortillas.
 FOGÓN Las piedras que forman el tlacuil o fogón sirven para calentar el agua de un baño o para otros usos. Se limpian y se echan en una vasija grande de barro con el agua que se ha de calentar.
 VAPORERA O COMITALLI Olla de los tamales (vaporera) vasija de barro en cuyo interior se coloca una especie de rejilla, bajo la cual se echaba un poco de agua y sobre ella se ponían en tandas o capas los tamales ya envueltos en sus hojas de maíz o plátano silvestre para que se cocieran al vapor.
 MOLCAJETE Es la segunda pieza en importancia de la cocina indígena. Es una especie de mortero con tres pies para sostenerse, hecho de piedra gris como la del metate, pero la superficie es más uniforme y fina. Sirve para moler los granos y para la molienda de productos blandos: jitomates, chile verde, cebollines, condimentos, hierbas. Se muele con la ayuda del tejolote o temolchin, hecho de la misma piedra porosa.
 METATE Fue el principal utensilio de la cocina prehispánica, y se usa todavía en el campo. Es una pieza cuadrilonga, rectangular, de 30X40 centímetros plana y curvada en sus extremos, hecha de piedra porosa de color gris o negro, con desniveles que facilitan la molienda sobre ella. Con la ayuda de un rodillo irregular hecho de la misma piedra, que se llama metlapil o mano de metate, se muele el maíz cocido o nixtamal para hacer la masa de las tortillas y el atole. El metate se sostiene en el suelo mediante tres patas de la misma piedra, que le dan inclinación, para que la molendera, que se pone de rodillas ante él pueda trabajar. También se muelen chiles y otros granos que se emplean para cocinar. MOLINILLO Palo cilíndrico más grueso de un lado que del otro. Es de 30 centímetros de largo aproximadamente, y lleva en el extremo grueso una especie de pelota de madera estriada y una arandela. Se sostiene con las palmas de las manos y se le hace girar de un lado a otro para batir y espumar sobre todo el chocolate. Sirve para espesar también atoles y otras bebidas.
 CUCHARAS Se usan varias clases de espátulas o cucharas de madera de diversas formas y tamaños que colocaban en una percha o repisa para guardarlas o escurrirlas. Se usa en algunas regiones y la llaman cucharero.

Fuente visitada. /popularte/

martes, 1 de mayo de 2012

PLAZA GARIBALDI

De origen humilde, este lugar se ubicó en tiempos prehispánicos en el barrio de Cuepopan, uno de los cuatro que conformaban la gran ciudad lacustre de México-Tenochtitlan. A lo largo del Virreinato fue conocida como la Plazuela del Jardín, cuyo trazo aún no estaba definido; se le veía rodeada de jacalones habitados por los indígenas considerados vagabundos o ladrones; cabe recordar que esta zona, al norte de la capital, quedaba fuera de la traza española. En el siglo XIX comenzaron a establecerse varias pulquerías a su alrededor que gozaron de mucha popularidad entre la población. Por 1830 las pulquerías sólo podían vender su producto a través de pequeños mostradores en las fachadas, porque no se permitía el paso al interior del local. Entonces los que gustaban del pulque no tenían otra opción más que beberlo en plena plazuela, con lo cual empezó a adquirir su perfil fiestero.
 Esta plaza entró en la historia de la Ciudad de México al ser la sede, en 1871, del problemático mercado El Baratillo, donde se vendían objetos, baratijas de segunda y tercera mano, e incluso cosas robadas. También era el lugar de asaltos, fraudes y “léperos”. Los comerciantes del mercado propusieron a las autoridades construir un inmueble de mampostería, pero la idea no prosperó. Para 1884 se autorizó la desaparición del mercado; sin embargo, muchos comerciantes continuaron vendiendo sus objetos y productos. Muestra de ello fueron los puestos de ropa y pieles, zapatos, fierros, fontanería y hojalatería que perduraron en la plazuela; además había puestos de comida y las pulquerías seguían creciendo en número y clientela.

 SITIOS DE INTERES
1. La Plaza Garibaldi recibe al visitante con un moderno inmueble de estructura metálica que aloja al Museo del Tequila y el Mezcal, donde se exhiben los procesos de producción (artesanal e industrial) tanto del mezcal como del tequila desde que se corta la planta hasta el momento de ser envasados, así como una breve historia sobre el mariachi y la plaza misma.
Recientemente remodelada, la plaza presenta una serie de árboles jóvenes en sus respectivos arriates, donde los visitantes se pueden sentar para disfrutar del inconfundible sonido de las trompetas, guitarrones, violines y guitarras. Además, modernos postes de alumbrado se distribuyen a lo largo y, al fondo, fue sembrado un “ejército” de plantas de agave. En sus alrededores se observan casonas de fachadas sencillas y hacia el sur un gran portal con gruesas columnas que alberga un restaurante y un centro nocturno.

 2. En su parte oriente, la tienda El Traje de Charro vende la tradicional vestimenta de charro y todos sus enseres. Por la calle República de Honduras se acondicionó el Paseo de las Luminarias de la Música Mexicana, enmarcado por esbeltas palmeras, en donde se pueden apreciar las esculturas de los inmortales de la música vernácula: José Alfredo Jiménez, Lola Beltrán, Javier Solís, María de Lourdes, Pedro Infante, Tomás Méndez, José Ángel Espinoza Aragón “Ferrusquilla”, Juan Gabriel, don Manuel Esperón y una dedicada al músico de mariachi.

 3. El local de más tradición de Garibaldi, fundado por Juan I. Hernández, es la antigua cantina, hoy salón, Tenampa, que ocupa un inmueble de dos niveles y remate neocolonial al norte de la plaza. Con 85 años de existencia y tradición, sigue recibiendo a todos aquellos visitantes que deseen sentir o compartir la esencia del capitalino o “chilango” en momentos de fiesta. Una placa en su fachada rinde homenaje a don Cirilo Marmolejo y don Concho Andrade, fundadores de la tradición musical del mariachi en el Salón Tenampa y en la Plaza Garibaldi.

 4. A su costado izquierdo, un gran portal anuncia el acceso a otro punto tradicional: el Mercado San Camilito, enorme galerón donde se puede disfrutar la gastronomía popular de México en numerosas y pequeñas fondas.

 Fuente visitada. mexicodesconocido