lunes, 26 de agosto de 2013

LAS HACIENDAS MEXICANAS


México cuenta con una riqueza cultural, histórica y turística que no es superada por ningún otro país del mundo. Tiene una posición geográfica privilegiada y dispone de una excelente infraestructura hotelera y de servicios.  Del Pacífico al Caribe, del desierto a la selva tropical, del altiplano a los volcanes nevados, México ofrece en su increíble variedad de luz, de color y de paisajes, una profunda unidad como nación que se adapta al progreso conservando con orgullosa dignidad, las raíces de sus ancestrales culturas.
Ningún otro país del "Nuevo Mundo" ofrece al turismo riquezas similares: Gastronomía, playa, sitios arqueológicos grandiosos, historia, folklore y arte colonial.

Aunque Jalisco, Yucatán, Hidalgo y Campeche son los estados con mayor número de haciendas, por todo el país pueden encontrarse estos rehabilitados edificios históricos, fundamentalmente casas palaciegas y antiguos monasterios, construidos entre los siglos XVI y XIX.

Las haciendas mexicanas, formaban parte de un sistema económico iniciado por los españoles en el siglo XVI Se trataba de eficientes granjas y centros manufactureros en los que se producía carne y otros productos para la exportación: azúcar, alcohol, vino, trigo, pulque... En ocasiones eran también, como en el caso de las de Guanajuato, sede de las empresas dedicadas a la explotación de oro y plata.

Como en las plantaciones sureñas de Estados Unidos, en las haciendas se ponía de manifiesto el sistema de castas, con los hacendados y los indígenas, que habitaban edificios bien diferenciados: la lujosa casona principal y las pobres viviendas. Unos inmuebles que compartían espacio con las edificaciones que servían de cuarto de máquinas, de almacén... y que en muchos casos todavía hoy se conservan.

En el siglo XIX, la mayor parte de las haciendas, sobre todo las de Yucatán, producían soga de henequén, una fibra natural variedad del cactus de agave para producir cordeles que adquirió gran demanda en el siglo XX, en el período de entreguerras, y que enriqueció a los propietarios de estas fincas.

Así, con el paso del tiempo, las haciendas fueron reflejando el nivel económico alcanzado por sus propietarios y se convirtieron también en fincas de recreo, símbolos de salud y cultura: Un apogeo que derivó en un desarrollo arquitectónico espectacular, acompañado en el interior de muebles, antigüedades y obras de arte procedentes de todo el mundo, y en el exterior de la plantación de bellos jardines con fuentes, capillas, claustros y todo tipo de sofisticados detalles, incluso en ocasiones pequeños acueductos.


 

Fuente visitada. elalmanaque.com

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