La China Poblana es sinónima con esta ciudad, pero pocos poblanos conocen la historia verdadera de su vida. Catarina de San Juan (1609-1688), cuya nombre original era Mirrha, nació en Delhi, India, y fue raptada por piratas a la edad de nueve años. Los secuestradores la vendieron a un comerciante portugués en Manila. Más tarde él la envió a Don Miguel de Sosa, un poblano que le había encargado una esclava "chinita." Sosa y su esposa adoptaron a Mirrha en 1620, cuando ella tenía once años de edad, y la bautizaron con el nombre de Catarina. Cuando la pareja murió, ella se casó con Domingo Suárez, el sirviente chino de un párroco. Los poblanos del siglo diecisiete admiraron el comportamiento de Catarina, especialmente sus actos de caridad, y copiaron su traje pintoresco. Los poblanos del siglo veinte modificaron el traje para incorporar los colores e insignia de la bandera mexicana. El monumento a La China Poblana, una estatua enorme encima de una fuente decorada de azulejos, se encuentra en el sector norte de la ciudad, en el Bulevar Héroes 5 de Mayo y la Avenida Defensores de la República.
INDUMENTARIA DE LA CHINA
Según descripciones del siglo XIX, época en que fueron muy populares en varias ciudades del centro y sureste de México; el atuendo de la china estaba compuesto por las siguientes prendas:
-Una camisa blanca, con labores de deshilado y bordado de seda y chaquira con motivos geométricos y florales en colores vivos. La camisa era lo suficientemente escotada para dejar ver una parte de su cuello y de su pecho, lo cual no dejaba de escandalizar a las damas de buen tono de la sociedad decimonónica mexicana.
-Una falda llamada castor, que tomó su nombre de la tela con que era hecha. Según algunas opiniones, el castor era empleado por las patronas de las casas ricas para la confección de las enaguas de sus criadas indígenas. El castor era trabajado con lentejuelas y camarones que formaban dibujos geométricos y florales. Los grupos de danza folclórica han popularizado una versión que lleva bordado en lentejuelas, chaquiras y canutillos el Escudo Nacional de México.
-Unos porabajos blancos, con las puntas enchiladas, es decir, con el borde inferior orlado por un encaje de motivos zigzagueantes. Los porabajos de una china poblana asomaban bajo su castor, y debían servir como una especie de trampa de luz para que el cuerpo de la mujer ataviada de china no se adivinara a contraluz.
-Una banda que servía para sujetar el castor y los porabajos a la cintura de la mujer que lo portaba. La banda podía o no estar trabajada con labores de bordado, o bien, ser tejida en técnica de brocado.
-Un rebozo, que lo mismo podía ser de seda cuando más fino o de bolita, en el mayor de los casos. El rebozo es una prenda muy común en México, aun en la actualidad. Lo usan las mujeres para cubrirse del frío, pero también era empleado para cargar bebés o cualquier otra cosa cuyo tamaño y peso hicieran difícil llevarlo entre las manos. El rebozo de bolita, que era el más comúnmente empleado por las chinas, era tejido con hilos de color azul y blanco, y tuvo como cuna el poblado otomí de Santa María del Río (San Luis Potosí).
-En algunas ocasiones, la china solía llevar una mascada de seda que mal le cubría lo que el escote de la camisa dejaba asomar. De estas mascadas, José María Rivera escribió que ésas regularmente vienen a casa los domigos para volver los lunes o martes al empeño.
-Como calzado, Manuel Payno señalaba que a pesar de sus carencias financieras, una china no dejaba de usar zapatos de raso bordados con hilos de seda. Este tipo de calzado aparece en algunos textos mexicanos del siglo XIX como un indicador de que quien los portaba era una mujer alegre. Además, la china complementaba el atuendo con abalorios y joyas que adornaban sus orejas, el descubierto pecho, y las manos
INDUMENTARIA DE LA CHINA
Según descripciones del siglo XIX, época en que fueron muy populares en varias ciudades del centro y sureste de México; el atuendo de la china estaba compuesto por las siguientes prendas:
-Una camisa blanca, con labores de deshilado y bordado de seda y chaquira con motivos geométricos y florales en colores vivos. La camisa era lo suficientemente escotada para dejar ver una parte de su cuello y de su pecho, lo cual no dejaba de escandalizar a las damas de buen tono de la sociedad decimonónica mexicana.
-Una falda llamada castor, que tomó su nombre de la tela con que era hecha. Según algunas opiniones, el castor era empleado por las patronas de las casas ricas para la confección de las enaguas de sus criadas indígenas. El castor era trabajado con lentejuelas y camarones que formaban dibujos geométricos y florales. Los grupos de danza folclórica han popularizado una versión que lleva bordado en lentejuelas, chaquiras y canutillos el Escudo Nacional de México.
-Unos porabajos blancos, con las puntas enchiladas, es decir, con el borde inferior orlado por un encaje de motivos zigzagueantes. Los porabajos de una china poblana asomaban bajo su castor, y debían servir como una especie de trampa de luz para que el cuerpo de la mujer ataviada de china no se adivinara a contraluz.
-Una banda que servía para sujetar el castor y los porabajos a la cintura de la mujer que lo portaba. La banda podía o no estar trabajada con labores de bordado, o bien, ser tejida en técnica de brocado.
-Un rebozo, que lo mismo podía ser de seda cuando más fino o de bolita, en el mayor de los casos. El rebozo es una prenda muy común en México, aun en la actualidad. Lo usan las mujeres para cubrirse del frío, pero también era empleado para cargar bebés o cualquier otra cosa cuyo tamaño y peso hicieran difícil llevarlo entre las manos. El rebozo de bolita, que era el más comúnmente empleado por las chinas, era tejido con hilos de color azul y blanco, y tuvo como cuna el poblado otomí de Santa María del Río (San Luis Potosí).
-En algunas ocasiones, la china solía llevar una mascada de seda que mal le cubría lo que el escote de la camisa dejaba asomar. De estas mascadas, José María Rivera escribió que ésas regularmente vienen a casa los domigos para volver los lunes o martes al empeño.
-Como calzado, Manuel Payno señalaba que a pesar de sus carencias financieras, una china no dejaba de usar zapatos de raso bordados con hilos de seda. Este tipo de calzado aparece en algunos textos mexicanos del siglo XIX como un indicador de que quien los portaba era una mujer alegre. Además, la china complementaba el atuendo con abalorios y joyas que adornaban sus orejas, el descubierto pecho, y las manos
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