“En medio del lago de Texcoco se ubicaba Tenochtitlan —en su tiempo la ciudad más poblada de América y una de las de mayor densidad del mundo—, antigua urbe que estaba dividida en cuatro barrios principales, los cuales contaban con su propio mercado; actualmente sucede algo similar, porque existe uno de estos espacios comerciales en cada colonia”. Actualmente en la Ciudad de México hay poco más de 300 mercados públicos.
“Estos mercados prehispánicos se abastecían de lo que generaban las comunidades alrededor del lago: leña, chile, tortillas, tamales, atole, sal, cal para nixtamal, cerámica, algodón, petates, pino para antorchas y tochomite o pelo de conejo para indumentaria”.
Además de los centros de abasto de víveres, había otros que estaban especializados en ciertos productos, como el de Azcapotzalco que estaba dedicado a la venta de esclavos; el de Cholollan que era exclusivamente para el comercio de joyas, piedras preciosas y plumas de aves; el de Tetzcoco enfocado a la ropa, jícaras y loza; y el de Acolman donde sólo se comerciaban perros para domesticar y comer.
los mercados prehispánicos llegaron a ser tan grandes y tan diversos que al llegar Hernán Cortés a Tenochtitlan en 1519, se sorprendió y en sus crónicas describió: “Tiene esta ciudad muchas plazas, donde hay continuo mercado y trato de comprar y vender”.
Respecto al mercado de Tlatelolco, el más grande de la ciudad tenochca, Cortés dijo: “Tiene otra plaza tan grande como dos veces la ciudad de Salamanca, toda cercada de portales alrededor, donde hay cotidianamente sesenta mil ánimas comprando y vendiendo; donde hay todos los géneros de mercadurías que en todas las tierras se hallan, así de mantenimientos como de vituallas, joyas de oro y de plata, de piedras, de huesos, de conchas, de caracoles y de plumas”, parafraseó la especialista del INAH, al revelar que, de acuerdo con las crónicas, en este centro de comercio se llegaban a reunir hasta 50 mil personas en un día.
fue en 1703 cuando se inauguró el Parían, el primer mercado construido con piedra, a diferencia de los anteriores hechos de tablas, “en éste los gremios de carpinteros, herreros, alfareros, zapateros, panaderos y pulqueros, entre otros, vendían sus productos y manufacturas. Además había vendedores ambulantes que pregonaban sus mercancías”.
En 1792 el segundo conde de Revillagigedo inauguró el mercado de El Volador, ubicado en el sitio que hoy ocupa la Suprema Corte de Justicia y que en poco tiempo se convirtió en el principal centro de abasto de la antigua ciudad de México.
La proliferación de los mercados se detuvo a causa de la guerra de Independencia y fue hasta 1850 cuando se inauguró un nuevo mercado, el de San Juan o Iturbide. Trece años después se edificó el mercado de La Merced, que pocos años más tarde fue remodelado, como parte de una política porfirista para la modernización de mercados.
Actualmente, en todo el país y principalmente en la Ciudad de México, existe gran cantidad de mercados que aún guardan características prehispánicas. “Todavía se conserva la especialización en ciertos productos, como el de la Candelaria, en dulces; el de San Juan, en carnes; o el de Xochimilco, en plantas”.
Otra de las tradiciones prehispánicas que aún sobreviven en los mercados es la colocación de un altar con una imagen religiosa, ya sea de una virgen o un santo. “Los mexicas acostumbraban tener sobre un momoztli (altar) un ídolo al que le ofrendaban parte de los alimentos que iban a vender”.
(Por la etnohistoriadora Amalia Attolini)
www.inah.gob.mx
“Estos mercados prehispánicos se abastecían de lo que generaban las comunidades alrededor del lago: leña, chile, tortillas, tamales, atole, sal, cal para nixtamal, cerámica, algodón, petates, pino para antorchas y tochomite o pelo de conejo para indumentaria”.
Además de los centros de abasto de víveres, había otros que estaban especializados en ciertos productos, como el de Azcapotzalco que estaba dedicado a la venta de esclavos; el de Cholollan que era exclusivamente para el comercio de joyas, piedras preciosas y plumas de aves; el de Tetzcoco enfocado a la ropa, jícaras y loza; y el de Acolman donde sólo se comerciaban perros para domesticar y comer.
los mercados prehispánicos llegaron a ser tan grandes y tan diversos que al llegar Hernán Cortés a Tenochtitlan en 1519, se sorprendió y en sus crónicas describió: “Tiene esta ciudad muchas plazas, donde hay continuo mercado y trato de comprar y vender”.
Respecto al mercado de Tlatelolco, el más grande de la ciudad tenochca, Cortés dijo: “Tiene otra plaza tan grande como dos veces la ciudad de Salamanca, toda cercada de portales alrededor, donde hay cotidianamente sesenta mil ánimas comprando y vendiendo; donde hay todos los géneros de mercadurías que en todas las tierras se hallan, así de mantenimientos como de vituallas, joyas de oro y de plata, de piedras, de huesos, de conchas, de caracoles y de plumas”, parafraseó la especialista del INAH, al revelar que, de acuerdo con las crónicas, en este centro de comercio se llegaban a reunir hasta 50 mil personas en un día.
fue en 1703 cuando se inauguró el Parían, el primer mercado construido con piedra, a diferencia de los anteriores hechos de tablas, “en éste los gremios de carpinteros, herreros, alfareros, zapateros, panaderos y pulqueros, entre otros, vendían sus productos y manufacturas. Además había vendedores ambulantes que pregonaban sus mercancías”.
En 1792 el segundo conde de Revillagigedo inauguró el mercado de El Volador, ubicado en el sitio que hoy ocupa la Suprema Corte de Justicia y que en poco tiempo se convirtió en el principal centro de abasto de la antigua ciudad de México.
La proliferación de los mercados se detuvo a causa de la guerra de Independencia y fue hasta 1850 cuando se inauguró un nuevo mercado, el de San Juan o Iturbide. Trece años después se edificó el mercado de La Merced, que pocos años más tarde fue remodelado, como parte de una política porfirista para la modernización de mercados.
Actualmente, en todo el país y principalmente en la Ciudad de México, existe gran cantidad de mercados que aún guardan características prehispánicas. “Todavía se conserva la especialización en ciertos productos, como el de la Candelaria, en dulces; el de San Juan, en carnes; o el de Xochimilco, en plantas”.
Otra de las tradiciones prehispánicas que aún sobreviven en los mercados es la colocación de un altar con una imagen religiosa, ya sea de una virgen o un santo. “Los mexicas acostumbraban tener sobre un momoztli (altar) un ídolo al que le ofrendaban parte de los alimentos que iban a vender”.
(Por la etnohistoriadora Amalia Attolini)
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Me gustó mucho la presentación de tu página, nosotros somos una agrupación de Mercados Públicos llamada Movimiento Nacional del Contribuyente Social 17 de Marzo AC, nuestra página es http://monacoso17demarzoac.blogspot.com/ colocaremos el link para seguirte "MI MÉJICO DE AYER" articulo7_2004@yahoo.com.mx; facebook Alberto Vargas y twitter MONACOSO17. Saludos.
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