Ensayo político - Alejandro de Humboldt
Casi todo el comercio marítimo hace siglos que está reducido a Veracruz. La isla de Sacrificios, cerca de la cual los buques hacen la cuarentena, y los bajíos del Arrecife del Medio, Isla Verde, Anegada de Dentro, Blanquilla y Gallega, forman con la tierra firme, entre Punta Gorda y el pequeño cabo Mocambo, una especie de ensenada que está abierta al N. O.; así, cuando soplan los norte s con toda su fuerza, los buques fondeados al pie del castillo de San Juan de Ulúa pierden sus áncoras y derivan al E, y saliendo por el canal que separa la isla de Sacrificios de la Isla Verde, los arrojan los vientos en veinticuatro horas al puerto de Campeche.
El buen fondeadero, en el puerto de Veracruz, está entre el castillo de Ulúa, la ciudad y los arrecifes de la Lavandera. Cerca del castillo hay hasta seis brazas de fondo; pero el canal por donde se entra al puerto apenas tiene cuatro brazas de fondo y 380 metros de ancho.
Los principales artículos de exportación por Veracruz, según las declaraciones hechas en la aduana, y ordenados de más a menos según su valor en pesos, son: oro y plata, en barras, amonedado y en objetos de platería; cochinilla, azúcar, harinas, añil mexicano, carnes saladas y legumbres secas u otros comestibles, zarzaparrilla, cueros curtidos, vainilla, jabón, palo de Campeche y pimienta de Tabasco.
En 1802 entraron en Veracruz 291 buques; de ellos, procedentes de España 148, y de otros puntos de América 143; Y salieron 267; de ellos, 112 para España y 153 para otros puntos de América. En 1803 entraron 214; de España 103, y de América 111, y salieron 205; para España 82, y para América 123.
El consulado de Veracruz cuenta entre sus miembros hombres tan distinguidos por sus luces como por su celo patriótico. A la actividad del consulado se debe la empresa del camino de Perote, la mejora de los hospitales y la erección en el castillo de Ulúa de un hermoso faro giratorio, hecho en Londres según los planos del célebre astrónomo Mendoza y Ríos. A mi salida de Veracruz (7 de marzo de 1804), el consulado se ocupaba en dos nuevos proyectos igualmente útiles: proveer a la ciudad de agua potable y la construcción de un nuevo muelle que, avanzando en forma de parapeto, pueda resistir al choque de las olas.
Si el puerto de Veracruz, aunque no es sino un mal fondeadero entre arrecifes, recibe y despacha al año 400 o 500 buques, el de Acapulco, que es uno de los puertos más hermosos del mundo, apenas recibe diez. La actividad mercantil de Acapulco está reducida al galeón de Manila, conocido con el nombre impropio de nao de la China, al cabotaje de las costas de Guatemala, de Zacatula y de San Blas, y al arribo de cuatro o cinco barcos que anualmente se expiden en Guayaquil y Lima.
La bahía de Acapulco, en su vasta extensión, no presenta más que un solo arrecife, que no tiene sino cuarenta metros de ancho, y se llama de Santa Ana porque se conoció en 1781 por la pérdida inesperada del navío Santa Ana, perteneciente al comercio de Lima. Las Bajas, el Farallón del Obispo y la isla de San Lorenzo, cerca de la punta de Icacos, no presentan ningún riesgo, porque son escollos visibles.
EL PUERTO DE ACAPULCO
El ramo de comercio más antiguo e importante de Acapulco es el trueque de las mercancías de las Grandes Indias y de China con los metales preciosos de México. Este comercio, limitado a un solo galeón, es sumamente sencillo. Un oficial de la marina real tiene el mando del galeón, que generalmente es de 1,200 a 1,500 toneladas, y se hace a la vela en Manila a mediados de julio o principios de agosto. Su cargamento consiste en muselinas, telas pintadas, camisas de algodón ordinarias, seda cruda, medias de seda de China, obras de platería labradas por los chinos en Cantón o en Manila, especias y aromas.
El viaje se hace por el estrecho de San Bernardino o por el cabo Bojador, que es la punta más septentrional de la isla de Luzón; en otro tiempo duraba cinco o seis meses, pero actualmente se hace en tres o cuatro. Según las leyes actuales, el valor de las mercancías que transporta el galeón no debería exceder de 500,000 pesos, pero generalmente asciende a millón y medio o dos millones. Luego que llega a México la noticia de haberse avistado el galeón en las costas, se cubren de gente los caminos de Chilpancingo y Acapulco; los comerciantes se dan prisa para ser los primeros en tratar con los sobrecargos que llegan de Manila. Ordinariamente se reúnen algunas casas poderosas de México para comprar todos los géneros juntos. La compra se hace casi sin abrir los bultos, y aunque en Acapulco acusan a los comerciantes de Manila de lo que llaman trampas de la China, es menester confesar que este comercio entre dos países, 3,000 leguas distantes uno de otro, se hace con bastante buena fe y tal vez con más honradez que el comercio entre algunas naciones de la Europa civilizada, que nunca ha tenido la menor relación con los comerciantes chinos.
Mientras las mercancías se transportan a México, para distribuirse en todo el reino, se hacen descender del interior hacia la costa las barras de plata y los pesos que han de formar el cargamento de retorno. También suele ser considerable el número de pasajeros, y de cuando en cuando es aún mayor por las colonias de frailes que España y México envían a Filipinas. El galeón de 1804 llevó setenta y cinco; y por eso los mexicanos dicen que la nao de China carga de retorno plata y frailes.
La navegación de Acapulco a Manila se hace a favor de los vientos alisios; es la más larga que se puede efectuar en la región equinoccial de los mares, y casi triple de la de las costas de África a las Antillas; pero es agradable y de poca duración: comúnmente se hace en cincuenta o sesenta días. De algunos años a esta parte, el galeón toca de cuando en cuando en las islas Sandwich para tomar víveres y hacer agua, y como los jefes de esas islas no siempre se hallan en disposiciones amistosas con los blancos, la arribada suele ser peligrosa.
Al evaluar el comercio de Acapulco y Veracruz, he tenido que limitarme a los artículos de exportación e importación que a su entrada y salida han satisfecho los derechos reales fijados en los aranceles de 1778 y 1782, en los cuales se ha procedido con bastante arbitrariedad en cuanto al precio de todos los artículos que pueden introducirse en las colonias.
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