miércoles, 10 de noviembre de 2010

VALSES MEXICANOS


Aunque existe un documento eclesiástico de 1815 que reprueba el “obsceno baile”, se suele aceptar que a partir de la intervención francesa (1862), se popularizaron en México las formas europeas del vals, que no sólo se aclimataron, sino dieron lugar a que muchos compositores, de la capital pero sobre todo de la provincia, hicieran ensayos muy afortunados del nuevo género.

El vals mexicano tuvo desde un principio características propias. Perdió el vértigo danzable, se hizo más lento y adecuado para escucharse. Aunque se convirtió muy pronto en predilecto de la sociedad metropolitana, lo cierto es que la gran mayoría de sus autores nacieron en el interior del país, aunque muchos de ellos se hayan mudado a la ciudad de México en busca de mejores condiciones de vida.
El ritmo del vals tiene tal arraigo, que no se limita a crear un género específico, sino que se convierte en una de las esencias de la canción mexicana, donde se encuentra con mucha frecuencia el típico compás ternario. Es el caso, por ejemplo, de melodías regionales tan peculiares como “Las chiapanecas”, que no son otra cosa que un vals.
La hegemonía del vals mexicano se inicia en la segunda mitad del siglo XIX y se extiende hasta la tercera década del siglo XX, aunque hasta hoy sigue habiendo compositores que abordan ese género.
Aunque los valses que hay llegado hasta el presente están ligados a formas orquestales, en particular de la llamada “orquesta típica” donde la cuerda habitual está reforzada por salterios, vihuelas y bandolones, no se debe olvidar que la mayoría de las partituras originales de esta música son de piano, y que a partir de ellas los valses se tocaban de oído, y así se siguen tocando en cantinas y cafés donde se reúnen ejecutantes de muy diversos instrumentos, con la única constante del piano, base insustituible, y a veces del salterio. Entre las modernas transcripciones de valses para orquesta sinfónica, vale mencionar las del destacado compositor Manuel Enríquez.
Se asocia el vals, con mucha razón, a la época porfiriana (hacia 1880-1910). Fueron décadas de florecimiento de autores que cobraron prestigio tan grande como el de Juventino Rosas, cuya paternidad del vals “Sobre las olas” no acaba de ser discutida. Subsisten algunos que continúan creyendo que se trata de música argentina o europea.
Las formas del vals mexicano son variadas. Corresponden a conceptos diversos, entre ellos el del “vals de concierto” para piano, que tiene máximas expresiones en el “Capricho” de Ricardo Castro y en la paráfrasis de “Sobre las olas” hecha por José Rolón.

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