En México no había tiendas, pero los diversos productos de las manufacturas y de la tierra se vendían en los grandes mercados de las principales ciudades. Las ferias, que se celebraban cada cinco días, eran frecuentadas por una multitud de mercaderes y compradores. Cada artículo tenía asignado un lugar particular para su venta. Las transacciones se llevaban a cabo sin tumultos, con el mayor respeto con la justicia y bajo la inspección de los magistrados nombrados al efecto. Aparte del simple sistema del cambio, se servían de una moneda de diferentes valores, compuesta de plumas transparentes rellenas de plovo de oro, de trozos de estaño en forma de T, o de sacos de cacao.
La profesión más respetada era la de mercader. Esta particularidad no ha llamado suficientemente la atención de los historiadores. Los viajes de un mercader azteca abarcaban toda la superficie del Anáhuac, e incluso más allá. Siempre llevaba consigo un rico surtido de paños, joyas, esclavos y otras mercaderías preciosas. Los esclavos se compraban en el gran mercado de Artcapotzalco, a algunos quilómetros de la capital, donde se celebraban ferias a propósito. los amos conducían allí a sus esclavos ataviados con sus mejores galas; les ordenaban cantar, danzar y desplegar todos sus talentos para decidir a los posibles compradores. entre los aztecas el comercio de esclavos era una profesión honorable.
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