miércoles, 26 de enero de 2011

LA HACIENDA MÉXICANA


Origen-
Tras la conquista de Tenochtitlán y el reparto por la Corona española de tierras de Nueva España, que intentó salvaguardar las tierras indígenas prohibiendo su posesión por los españoles, se produjo una violación sistemática de esta disposición, llegando incluso a concederse mercedes de ganado, por los virreyes, en estas tierras. La creciente demanda interna y externa de productos agrícolas y ganaderos, propició la expansión territorial y económica de las labores y estancias de ganado, y este fenómeno dio origen al surgimiento de la hacienda. La palabra Hacienda aparece usada por primera vez en Nueva España, en la segunda mitad del siglo XVI, en los planos de algunas propiedades de este tipo. A partir del siglo XVII, la hacienda constituyó, en palabras de Terán Bonilla, una unidad productiva con una organización compleja, con unas características estructurales muy concretas:

• Dominio sobre los recursos naturales de una zona (tierra y agua)
• Dominio sobre la fuerza de trabajo
• Dominio sobre los mercados regionales y locales
El auge principal de estas construcciones tuvo lugar en el siglo XVIII, especialmente en la zona de Puebla-Tlaxcala, donde aún permanecen más de cien de ellas. Tuvieron un papel muy importante en la historia y economía de Nueva España y, en muchos casos, se especializaron productivamente: ganaderas, azucareras, productoras de añil o de cacao, etc.

En Yucatán, México, son famosas las haciendas henequeneras que cobraron auge en la segunda parte del siglo XIX y principios del XX, porque en ellas se gestó y desarrolló la agroindustria del henequén que dio impulso económico determinante al estado de Yucatán y a la región peninsular en su conjunto, particularmente durante tal época finisecular. La riqueza producida por estas unidades productivas ayudó a financiar las campañas bélicas del Ejército Constitucionalista, comandado por Venustiano Carranza durante la etapa inicial de la Revolución mexicana, gracias a la intervención del general Salvador Alvarado en el gobierno de Yucatán. Muchas de estas haciendas han sido convertidas en lujosos hoteles que atraen al turismo internacional y le muestran con elegancia su gloria pasada.

Tipología-
Básicamente, se presentan tres tipos de Haciendas, en función de la disposición de los edificios que las forman:
a) Haciendas cuyos edificios forman una unidad, es decir, que están integrados entre sí. Generalmente agrupados en torno a un patio, al que daban la casa principal, así como las áreas administrativas, los trojes y tinacales. Por lo usual, incluían una capilla, con acceso directo desde el patio. Las casas de los trabajadores, se situaban fuera de este núcleo principal.
b) Haciendas conformadas por edificios dispersos. Era frecuente que el área ocupada por los mismos se delimitara mediante una tapia perimetral, en la que se abría un portón con zaguán, para controlar las entradas y salidas. Al conjunto, se le denomina casco de la hacienda.
c) Haciendas mixtas. Es decir, que poseen un conjunto agrupado de construcciones principales y, a la vez, edificios aislados del mismo.

Las Haciendas mexicanas, suelen disponer de una Casa Señorial, dispuesta en forma de L o U, alrededor del patio; muy a menudo, estas viviendas señoriales son edificios arquitectónicamente muy relevantes, de buen tamaño, normalmente con dos plantas y cuidada ornamentación, incluyendo jardines y otros elementos vinculados al lujo.
Disponen también de otras edificaciones auxiliares: Las Calpanerías (el equivalente a las casas de gañanes andaluzas); las Trojes o almacenes de grano y semillas; las Eras, situadas usualmente junto a la troje, normalmente delimitadas por un murete; los Macheros (para los animales de tiro) y Establos (para las vacas), en forma de cobertizo que daba a un patio secundario; los Tinacales, edificios destinados a la producción de pulque; además de los edificios administrativos y la ya citada capilla. Estas haciendas, particularmente las de tipo ganadero, por su extensión, contaban con determinado número de ranchos, pueblos o estancias, donde los vaqueros podían pernoctar debido a que el trabajo de cuidado del ganado (que podía llegar a tener miles de cabezas), que requería la presencia del caporal y sus vaqueros en las llanuras de la propiedad durante varias jornadas.

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