los mexicanos conocían bien las riquezas minerales de su suelo. Extraían de las minas de Taxco la plata, el plomo y el estaño; de las montañas de Zacotollan, el cobre. Conocían el procedimiento de extraer estos metales, no sólo cuando se hallaban en la superficie del terreno, sino también de yacimientos de roca sólida en la que practicaban profundas galerías. Las huellas de estos trabajos fueron luego la mejor de las orientaciones para los mineros españoles. El oro hallado en la superficie o cernido en el lecho de los ríos se fundía en lingotes. El polvo de oro constituía una forma frecuente de pagar el tributo de las provincias meridionales. Sin embargo, no conocían el uso del hierro, a pesar de la abundancia de este metal en su suelo. El hierro debe ser sometido a tantos procesos antes de poder utilizarlo en la técnica, que por lo general, es el último de los metales que el hombre a aprendido a utilizar. La edad del hierro a sucedido a la edad del bronce tanto en la realidad como en la ficción.
Los aztecas sustituían el hierro por una aleación de estaño y cobre. Con este bronce fabricaban no sólo los instrumentos que les servían para cortar los metales, sino que con la ayuda de polvo de pedernal, conseguían cortar las sustancias más duras, como el basalto, el pórfido, las amatistas y las esmeraldas. A estas últimas, de las que solían encontrarse ejemplares verdaderamente grandes, les daban formas curiosas y fantásticas; fundían también vasos de oro y plata, que esculpían con buriles metálicos, de una forma muy delicada. Había vasos de plata de tal embergadura que un hombre apenas podía abarcarlos con sus brazos, Sus artistas imitaban muy hábilmente la figura de los animales, y lo que resultaba más extraordinario, sabían mezclar los metales de tal suerte que las plumas de un pájaro o las escamas de un pez, fueran alternativamente de plata y oro. Los españoles reconocieron la superioridad de los orfebres aztecas en este tipo de obras ingeniosas. los aztecas utilizaban también instrumentos hechos de "itztly" o piedra de obsidiana, mineral negro, transparente y durísimo, muy abundante en las montañas de México. Con él hacían cuchillos, espadas y sierras; conseguían dotarlos de agudísimos filos, pero que pronto se mellaban. Con estos útiles tallaban las piedras que se utilizaban en la construcción de los edificios públicos y en las mansiones de los grandes del reino. Las fachadas y los ángulos de los edificios se adornaban de una profusión de imágenes fantásticas de las divinidades del país, y sobre todo de figuras de animales, estos últimos ejecutados con gran fidelidad.
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